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Si nos creemos las encuestas, va a ser muy complicado formar gobierno. Un PP hundido, un PSOE sin salir del pozo, un Ciudadanos que sí pero no tanto y un Podemos que no será tan fiero el león cómo lo pintaban darán como resultado un panorama parlamentario en el que crear una mayoría gubernamental estable se barrunta como intención quimérica. Supongamos que en efecto los sondeos tienen razón. ¿Se aliarán PP y Ciudadanos dado que ambos son de derechas? Aunque ideológicamente pudiera parecer lo obvio, en verdad la suma es complicada porque son competidores por el mismo espacio. Ergo, como mucho los de Albert Rivera podrían dar la investidura a Mariano Rajoy, por razón de responsabilidad de Estado, pero sin pactar nada, de forma y manera que posiblemente a medio plazo, un año o dos a la vista, volviéramos a las urnas. ¿PSOE y Ciudadanos? Al decir de los augures demoscópicos no bastarán, aunque por poco que bastaran es la opción que más convence a mayor cantidad de gente de “calidad”. O sea a la gran banca, corona, ibex-treinta-y-cinco y demás patricios del país. Su tesis no es nada disparatada. Así el PSOE no caería en la tentación de competir en lo antisistémico con Podemos, el PP en la oposición nunca actuaría contra el sistema y, en resumen, los partidos del orden -PSOE, Ciudadanos y PP- ocuparían la mayoría absolutísima de escaños. El sistema de 1978 se reforzaría. Pero, claro, ¿y si no basta la adición de diputados socialistas y ciudadaneros? Una posibilidad, ésta, la de que no basten, que se repetiría, siempre según las encuestas, con la suma de los obtenidos por Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y sus etcéteras de izquierdas e incluso de los nacionalistas. Entonces: ¿se abriría paso la “gran coalición” PP-PSOE? No faltarán voces a su favor, muchas, pero no seamos ingenuos: ¿los socialistas se suicidarían por el bien del PP? Si así las cosas estuvieren tras las elecciones, mucho me temo, en fin, que nuevos comicios nos esperarán al cabo de poco, dos años como largo plazo. Como resumen: vamos directos de cabeza hacia el modelo de inestabilidad política crónica que fue marca de la casa italiana durante décadas.