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La Borbón, Cristina de, todavía no está condenada a sentarse en el banquillo de los acusados. Porque no es como los demás. Como bien sabemos todos. Por eso su carísimo abogado defensor, Miquel Roca, a quien le hizo tan delicado encargo el novio de la Cori, a la sazón Jefe del Estado, nada menos, está estudiando interponer un recurso ante la Audiencia de Palma contra la decisión del juez Castro de sentarla. Cuidado: ya ha advertido que no recurrirá el auto, porque no se puede, sino las interpretaciones que sobre su defendida hace el juez instructor. Un matiz ciertamente llamativo que introduce una originalidad sin igual: se podrían recurrir partes del auto sin recurrir éste. Veremos, llegado el caso, qué dice la Audiencia. Ha estado sembrado Castro al valorar que una cosa es que Roca recurra y otra que le acepten el recurso. En cualquier caso está claro que todavía no podemos decir, con propiedad, que Borbón será juzgada. Así que esperemos a ver qué pasa. Además, aunque no hubiera recurso, o bien éste no se aceptara, lo único que estaría asegurado es que la hermana del rey tendría que presentarse en el juicio el primer día. Pero con toda seguridad en ese caso la defensa volvería a intentar evitarle el mal trago recurriendo -como en su día hizo el banquero Emilio Botín y le salió bien, y de ahí la doctrina favorable a los poderosos que lleva su apellido- ante el tribunal, y va se vería qué diría éste. En resumen: que para aseverar que la Borbón será juzgada todavía queda bastante trecho. Por otro lado, y aunque me duela, debo reconocer que esta vez la Casa del Rey ha hecho su trabajo. Expresar en esta situación el respeto hacia la Justicia es lo que toca. Es lo que debería haber hecho en el pasado, cuando su titular era el padre de la potencial delincuente. El nuevo Borbón coronado tiene unas hechuras políticas bastante diferentes a las de su padre, que era, es, un vivalavirgen. No se trata, como cotorrean los cortesanos, de que sea “el rey más preparado de la historia” y ridiculeces por el estilo. No. Se trata de carácter. Y de matrimonio. Borbón, Felipe de, afortunadamente ni es campechano ni espontáneo. Es serio y parece bastante más responsable que su padre. Y, además, y esto es muy importante, se casó con una profesional de la comunicación con mucha biografía sexual, sentimental, profesional y, en fin, vital normal y corriente detrás. Y esto es muy bueno para la institución. La Leti, puñetera, ha reportado a la monarquía un sello infinitamente más decente del que había tenido -ahí está, por ejemplo, la prohibición de hacer negocios privados para los familiares que cobren la sopa boba- y por ende le ha dado, al cabo, vida por delante. Es una mala noticia para los republicanos. Pero no desfallezcamos. Y reconozcamos que mientras esperamos, al menos lo de ahora, con La leti y el Felipe, es mucho más llevadero que la vergüenza del Juarcar y la Cori.