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Vivimos en un país cuyo Jefe del Estado dice, en su mensaje a la nación de las fiestas de invierno, que las instituciones deben comportase con “ejemplaridad”. Resulta que la que él representa es ejemplo de todo lo contrario. Es una pequeña muestra, solamente, de la profunda herida que tiene este país. No sé si mortal, pero desde luego sí muy grave. No me extraña nada que una parte mayoritaria de los representantes de los catalanes desee largarse. Crear su propio país. Y que los nacionalistas vascos les imiten. Así que la insistencia nacionalista catalana de tirar adelante con el ya famoso referéndum se entiende. Cómo no iba a entenderse. El problema es que dudo que el gobierno nacional les deje hacerlo y, todavía mucho menos, irse. Ya lo he argumentado en alguna que otra ocasión: si España perdiera a Cataluña, inmediatamente después seguiría el mismo camino el País Vasco. Sólo con estas dos regiones volaría de España casi un cuarto del PIB. Lo cual condenaría al resto a la pobreza, y con la imperiosa necesidad de estrujar a lo poco que tendría a mano: nosotros, Canarias, Comunidad Valenciana y poco más. En fin, que la cuestión económica en verdad no es si Cataluña y/o País Vasco serían viables como estados independientes, que sin duda sí, sino si lo que quedara de España lo sería, que probablemente no. Por eso mismo mucho me temo que Madrid no dejará que Barcelona rompa. Lo peor del caso es que no estoy muy seguro de si en Madrid realmente calibran con corrección lo que acontece en Cataluña. Me da la sensación de que se creen que anulando políticamente a Artur Mas –lo cual están consiguiendo- se acabará el problema. Y no creo que vaya a ser así, la verdad. Más bien Mas será sepultado por el frente independentista, y ante eso creo que Madrid no tiene ninguna solución. O al menos la actitud que está adoptando Mariano Rajoy da a entender que es así. Esta forma de no hacer da como consecuencia que el problema va enquistándose cada vez más y que la solución sea progresivamente más difícil, si es que ya existe algún arreglo posible. Con lo cual crecen exponencialmente las probabilidades de que cuando se evite el referéndum pasen cosas que a nadie debieran interesar. Las preguntas del referéndum son una tomadura de pelo. Una farsa a la democracia que complica todavía más el bucle catalán. Una muestra de cómo lo que mal empieza acostumbra a mal acabar. Bien haría Rajoy en no seguir más la misma estrategia fracasada de Mas –ganar tiempo-, que es lo único que ha hecho hasta ahora. Porque en su caso una equivocación de esa magnitud podría tener consecuencias dramáticas.