TW
0

El PSOE de Rubalcaba, con el entusiasta apoyo de nuestra Francina Armengol, aprobó la propuesta de reforma constitucional para hacer de España una federación. No es mala idea. Aunque mejor sería la confederación, que resultaría ser –a despecho de lo que dice la Constitución- una organización del Estado mucho más lógica con la naturaleza identitaria del país. Que es múltiple, como todos sabemos. Y que lo ha sido siempre, bajo una denominación oficial u otra. Así que esto del ser diferente al común no es nada inventado hace tres días, como algunos fantasean. Los “hechos diferenciales”, que significan ni más ni menos que identidades nacionales distintas a la española-castellana, existen y seguirán ahí pase lo que pase. Dado que van a estar, qué mejor que en una democracia estén cómodos, ¿no? Por eso el federalismo del PSOE podría ser un buen primer paso en esa dirección. O podría haberlo sido. Porque ahora, en estos momentos, con lo que cae, con la apuesta secesionista catalana –y con la vasca a la expectativa- no sé si la propuesta socialista llega algunos años tarde. Pero bueno, se le llame cómo se le llame –federación, confederación…- el resultado debería ser el mismo. Que las dos comunidades autónomas –País Vasco y Cataluña- con características nacionales diferentes a la identidad española del resto puedan tener sus propias instituciones blindadas en lo que les atañe exclusivamente ante cualquier injerencia exterior. Luego, por pragmatismo, podrían existir ámbitos compartidos, sobre todo de puertas afuera del país. Esto puede ser formalmente el federalismo asimétrico o la confederación, pero tiene que ser así. Y no vale de nada que me digan que sería tanto como acabar con la supuesta igualdad que ahora existiría, al decir de algunos. ¿Seguro? La España autonómica es asimétrica en las competencias. ¿O es que Baleares tienen concierto económico, policía…? No, ¿verdad? Pues eso: que la asimetría ya existe. Para nada se alteraría la realidad si la reconociéramos formalmente. De esta manera España se dotaría de una estructura jurídica y política más acorde con lo que es de veras y no con lo que algunos pretenden que sea.