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La diputada del PSM Joana Lluïsa Mascaró ha dimitido porque ha sido imputada por una juez en la investigación de supuestas irregularidades en la concesión de ayudas –cuando ocupaba el cargo de responsable de Cultura y Patrimonio del Consejo Insular de Mallorca- a una organización senderista llamada El Camí. Desde luego es una actitud nueva en esta región. En la que nos habíamos acostumbrado a la corrupción masiva sin dimisiones dignas. Donde en los tiempos de los escándalos protagonizados por UM tanto el PSOE como IU, y también el PSM, cubrían políticamente la posible corrupción de los de Maria Antònia Munar. Y donde también ahora mismo el PP de José Ramón Bauzá y el PSOE de Francina Armengol aguantan como diputados a Pere Rotger y Xicu Tarrés, respectivamente, –el socialista llegó a ser cabeza de lista por Ibiza-, ambos imputados en casos de posible corrupción política. Es más: lo normal, al menos en el sentido de que es habitual, es que los que cubren políticamente la corrupción se inventen incluso conspiraciones en su contra. El más reciente caso es el del portavoz del PP, Miguel Ramis, quien clamaba hace un par de semanas contra el trato injusto contra su partido. Trato injusto de la juez que luego ha encarcelado al chico este de El Camí. Una ocasión de oro –¡tantas ha desaprovechado- para quedar calladito. Es lo mismo que los de UM que salían –y salen- a denunciar persecuciones fantasmagóricas. Lo que sea antes que hacer lo que ha hecho el PSM. Ayudar a la defensa de su diputada y callar, respetando el quehacer de la justicia. Que es lo que toca. Al contrario que la poca vergüenza que demuestran las direcciones del PP, del auto titulado “transparente” Bauzá, y del PSOE, de la nunca-pasa-nada Armengol, el PSM actúa correctamente. No debería ser noticia ni motivo de comentario. Pero lo es, porque no es lo habitual. Es insólito, de hecho.