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José Ramón Bauzá y sus muchachos siguen a los suyo. Improvisando medidas de degüello presupuestario, improvisando con resultado desastroso la gestión en la sanidad pública y lo único que no improvisan es toda la tontería del catalán. Y les sale de la forma que ellos entienden como bien: el próximo día 25 la Obra Cultural Balear (OCB) sacará a la calle, en Palma, algunos miles de manifestantes contra la anunciada reforma legal del estatus de la lengua histórica de esta región. Ha habido más de 12.000 alegaciones particulares. Que se dice pronto. Muestra de la capacidad de movilización de la OCB y a la vez de la irritación que produce esa actitud provocadora de los Bauzá y Cía. Sin embargo el presidente sigue erre que erre y –seguramente- después de las fiestas de primavera va a intentar aprobar en el Parlamento la reforma legal que degrada el catalán de requisito a mérito para entrar en la administración. Aunque como no se convocarán oposiciones poco efecto práctico va a tener. No obstante lo que encrespa es esa obcecación enfermiza contra el catalán. Es sin duda una cortina de humo para intentar que se note lo menos posible la infinita incapacidad de Bauzá en la dirección de la administración autonómica, que le viene más que grande: es como poner a uno que recién ha obtenido el titulín para llevar barca al puente de mando de un portaviones. En parte sí, es eso. Pero también es una idea fija del presidente y de su reducido círculo de hierro. Odian todo lo que sea catalán. Así de simple. Les sobra. Pero se equivocan. Mucho. No saben hasta qué punto. Y como todos los que les han precedido en el empeño, fracasarán. Por supuesto.