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El gobierno de nuestra comunidad autónoma ha tenido cinco presidentes. A saber: Gabriel Cañellas (1983-1995), Cristòfol Soler (1995-1996), Jaume Matas (1996-1999 y 2003-2007), Francesc Antich (1999-2003 y 2007-2011) y José Ramón Bauzá (2011). De ellos, uno (Soler) solamente gobernó durante diez meses. Así que podría decirse que de veras son cuatro. Aunque limando todavía más, Bauzá lleva tan poco que para hablar propiamente en pasado deberíamos decir que hemos tenido tres que han gobernado suficiente tiempo como para valorarlos: Cañellas, Matas y Antich. El primero estuvo al frente del ejecutivo doce años, el segundo siete y el tercero ocho. Pues bien, de los tres, dos han acabado en el banquillo de los acusados por la corrupción política. El primero, Cañellas, se salvó porque el delito había prescrito. El segundo ha empezado su largo vía crucis judicial este mes de enero. Al margen de lo que ocurra con Matas en el juicio –o en sus juicios, puesto que puede acabar juzgado en bastantes de las 24 piezas separadas que están abiertas del caso Palma Arena, por únicamente dos que se han archivado-, lo que deberíamos preguntarnos, como sociedad política que somos, es qué tenemos que hemos creado esos dos presidentes. Cómo puede ser que sumen ellos 19 años de presidencia autonómica bajo sospecha. Porque es lícito que estén bajo sospecha todos sus años –siempre les acompañaron los escándalos a pesar de que la justicia solamente investigó unos pocos-, que resultan la inmensa mayoría de los 28 años transcurridos entre 1983 y 2011. O sea que la mayor parte del tiempo de gestión autonómica en Baleares puede lícitamente considerarse bajo sospecha. Pero es que no solamente el PP es el responsable de la corrupción. Porque como por todos es sabido el PSOE tiene el dudoso honor de ser el único partido que presentó un imputado por presunta corrupción a las elecciones autonómicas de mayo pasado y que hoy es el único diputado imputado del Parlamento balear. O qué decir de la sin igual UM que fue el partido con proporcionalmente más presuntos corruptos de la historia; tanto que acabó por desaparecer bajo su peso. Aquí, con la corrupción política, hay alguna responsabilidad que trasciende a los partidos políticos. Por supuesto que éstos son responsables. Los que más. Pero también los ciudadanos deberíamos preguntarnos por qué hemos dejado que se llegue a este punto en el que pasamos la vergüenza de tener dos presidentes bajo sospecha, uno todavía en el banquillo, casi 400 imputados por corrupción política –en una región de solamente 1 millón de habitantes: ¡increíble!... pero cierto- y no pasa absolutamente nada. ¿Nos gusta la corrupción? Habrá que concluir que sí.