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Ala hora de redactar estas líneas, la tensión es máxima en Oriente Medio e Israel espera un ataque «inminente» de Irán, con misiles balísticos y drones, como respuesta al ataque judío a la embajada persa en Damasco, que descabezó a la cúpula de la Guardia Revolucionaria islámica. Se trató de un golpe muy arriesgado de la aviación de Benjamin Netanyahu, que ahora se expone a las consecuencias de una respuesta desproporcionada. EEUU, el actor clave en cualquier conflicto geopolítico, ya ha dejado claro que siempre estará del lado de Israel y que si son atacados apoyarán a su aliada histórico. Se avecinan, pues, tiempos muy difíciles, porque a esta tensión extrema hay que añadir la guerra europea entre Rusia y Ucrania, que ya lleva más de dos años.

Consecuencias desastrosas.

Un conflicto abierto entre Israel e Irán, las dos potencias de la zona, sería de consecuencias desastrosas para la maltrecha economía mundial, y especialmente la europea, que todavía no se ha recuperado de la ruptura comercial con el gigante ruso y sus socios. Los intereses bancarios y los precios de la gasolina podrían incrementarse aún más, lo que repercutiría directamente en el bolsillo del ciudadano de a pie, que en estos últimos años ha visto como el precio de la vivienda y el de la vida se disparaba de una forma implacable.

Un avispero.

Oriente Medio es un avispero que unos y otros agitan de forma temeraria y las consecuencias son imprevisibles y gravísimas. La comunidad internacional, pues, debe hacer un esfuerzo titánico por rebajar la tensión y evitar que las dos superpotencias de la zona lleguen a un enfrentamiento abierto. La cordura debe imponerse porque un escenario internacional con dos guerras al mismo tiempo (la primera es la rusa-ucraniana) supondría un desastre económico de primer orden.