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La política española lleva tiempo convertida en un lodazal. La manida polarización ha dado paso a una crispación atómica que, entre otras cosas, ha sesgado el nivel de credibilidad de sus protagonistas, que ejercen un mandato otorgado por los ciudadanos. Y eso es algo que nunca debería olvidarse. El espectáculo es diario, de ahí que haya perdido capacidad de sorpresa ante la ciudadanía, que parece haber asumido que los insultos y todo tipo de descalificaciones ya forman parte de la decoración de las distintas instituciones. Cualquier corrección parece formar parte de un pasado muy lejano.

Baleares no escapa.

Aunque Madrid es el más claro exponente de este estercolero, Baleares y sus políticos tampoco son ajenos a este clima de toxicidad que debería acabarse de una vez por todas. Aunque cueste asumirlo, no todo puede darse por válido en política. No todo puede valer para derrocar a un adversario. Durante los últimos meses, los exabruptos han decorado casi por igual el Parlament, el Consell de Mallorca y Cort, donde nadie parece querer dar un paso hacia atrás y rectificar el rumbo.

La peor clase política.

El propio Alberto Núñez Feijóo aseguró este miércoles que la actual clase política «es la peor de los últimos 45 años» y que no excluye al PP aunque cada uno tiene «su responsabilidad». Es probable que al líder ‘popular’ le asista toda la razón, pero también es evidente que debería hacer algo para intentar revertir la situación. La petición debe hacerse extensiva a todo el arco nacional y balear, indistintamente del color e ideología. La percepción de que en la clase política sobra mediocridad y falta gente con talento resulta abrumadora. El gran objetivo siempre debería ser resolver problemas y ayudar a la gente. Intentar mejorar las cosas. Paren ya.