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Entre la noche de la Navidad y ayer llegaron a la costa balear, principalmente a Mallorca y Cabrera, un total de 143 inmigrantes, la mayoría de ellos magrebíes y subsaharianos, aunque también en esta ocasión había asiáticos, algo bastante inusual. Posiblemente la cifra real sea muy superior, ya que está comprobado que muchas embarcaciones llegan a la costa y no son detectadas por el radar o por la Guardia Civil. Se trata, sin duda, de un auténtico drama, que pone de relieve las desigualdades entre continentes y la desesperación que lleva a muchos africanos a jugarse la vida en un pequeño bote para atravesar más de cien millas de mar y llegar a Baleares desde el Norte de África, principalmente el puerto argelino de Dellys. Por regla general, los tripulantes suelen llegar en buen estado, pero hay constancia de embarcaciones hundidas en el Mediterráneo o desaparecidas.

Las mafias, al acecho.

Los patrones de estas endebles embarcaciones son patrones que cobran a los inmigrantes, en ocasiones cantidades desorbitadas y que, al fin y al cabo, hacen negocio con ellos. Y con sus vidas. De ahí que la Policía Nacional haya detenido en los últimos meses a numerosos de estos implicados, muchos de los cuales son reincidentes. La inmigración ilegal se ha convertido en un negocio muy lucrativo, y los responsables de estas pateras solo buscan explotar a estas personas indefensas y sin esperanza, que están dispuestas a jugarse la vida en una travesía que no siempre acaba bien.

Una tragedia humanitaria.

En cualquier caso, la emergencia africana, con países sumidos en guerras o hambrunas de proporciones bíblicas, no puede ser ignorada por los países más afortunados, entre los que se encuentra España. La solidaridad con estas personas que no tienen nada es la única forma de luchar contra estas mafias que trafican impunemente con inmigrantes. Baleares tampoco puede dar la espalda a este éxodo migratorio que cada año va en aumento.