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De un tiempo a esta parte, Vox Baleares vive en un permanente estado de crisis. Sus excelentes resultados electorales y posterior irrupción en las instituciones, lejos de sosegar al partido, han añadido más crispación hasta partirlo en tres facciones claramente diferenciadas. La decapitación pública del diputado Xisco Cardona y de Carla Sarabia, coordinadora del grupo parlamentario, no han hecho más que azuzar las hostilidades entre todos los bandos.   

Una escisión visible.

La escisión es perfectamente visible. Por una parte emergen algunas de las figuras que representan al ala dura del partido. Se trata de los leales a Jorge Campos, gente como Idoia Ribas o Sergio Rodríguez, veteranos de Vox con peso y mando en la formación. El segundo grupo lo encabeza Fulgencio Coll. Avalado por su éxito en las municipales, el general mantuvo meses atrás un duro enfrentamiento con Campos. La dirección nacional acabó arropando a Coll, aunque accedió a colocar al fundador de Actúa Baleares en las listas al Congreso. Arropado por su equipo de Palma, Fulgencio Coll mantiene su fidelidad a Madrid. El tercer bando lo forman Gabriel Le Senne, Xisco Cardona y la propia Patricia De las Heras, presidenta de la formación en Balears. Su distanciamiento con Ribas y Rodríguez ya es una evidencia.

Preocupación en el PP.

Bajo estas coordenadas, Vox Baleares libra una guerra que el Partido Popular observa con tanta atención como preocupación. Su socio es ahora mismo imprevisible y el reciente episodio del techo de gasto ha generado desconfianza en las filas ‘populares’. El sector afín a Campos se defiende apelando a aspectos ideológicos y aseguran que la libre elección de lengua en la educación es innegociable para ellos. El resto de facciones discrepa y asegura que la batalla que se ha iniciado es estrictamente económica y que la lucha interna es por el control de las finanzas.