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La espléndida temporada turística en Balears, con cifras récord en millones de turistas y en facturación, no debe ocultar las sombras en forma de presión humana, precios desbocados y, como informamos hoy, un mercado entre islas para residentes que en julio y agosto se resiente de toda esta coyuntura. El encarecimiento de Balears ‘expulsa’ cada vez más al turismo de residentes en temporada alta, convirtiéndolo en un lujo al alcance solo de una minoría. Unas estancia de solo unos días en Formentera, por ejemplo, puede superar los 1.000 euros por viajero, lo que lleva a una curiosa paradoja: en ocasiones sale más barato volar a exóticos destinos a miles de kilómetros que veranear entre islas.

Debate sobre la masificación turística.

En pleno debate sobre la masificación turística, Balears ha registrado tres millones de turistas en un mes de julio, de los cuales el 81 por ciento eran extranjeros. Asimismo, la facturación turística acumulada roza los 11.000 millones de euros. Son datos impensables hace unos años, que sin duda se deben celebrar, pero sin perder de vista la otra cara de la moneda: el turismo de excesos, las calas saturadas o el reto del cambio climático que es imparable y que disparará las temperaturas en Balears en los meses centrales del año, con las consecuencias que se derivarán.

La importancia de la imagen.

Con todo, hay ciertas mejoras a tener en cuenta. Este año, Punta Ballena ha dejado de ser la calle del vicio, tristemente famosa en toda España y destino predilecto de miles de jóvenes británicos en busca de alocadas borracheras, y apenas se han registrado casos de ‘balconing’. Otros puntos calientes, como la Platja de Palma, necesitan un cambio urgente en el modelo turístico, para evitar que miles de jóvenes acudan a los ‘supermarkets’ y a los vendedores ambulantes para convertir la primera línea del paseo en un ‘botellón’ gigante. Tan grande como bochornoso.