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Ayer continuó en la sala de sa Gerreria, en los juzgados palmesanos, el interrogatorio al exjuez Manuel Penalva, al que se añadió el del exfiscal Miguel Ángel Subirán. Están acusados de gravísimos delitos durante la instrucción del ‘caso Cursach’, por los que les solicitan penas de prisión muy duras. Durante más de cinco horas, los dos exfuncionarios públicos se defendieron con dudosas teorías sobre supuestas confabulaciones y dejaron muy patente que tienen una auténtica obsesión con los fiscales Tomás Herranz y Juan Carrau y con los mandos de la Policía Nacional conocidos como ‘Los Juanes’ (el comisario Juan Márquez y el inspector Juan Palomo); unos profesionales sin mácula a los que ahora intentan arrastrar al fango judicial.

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Cuatro profesionales muy respetados.

A estas alturas, el consenso es unánime a la hora de calificar de «muy respetados» a estos cuatro profesionales judiciales y policiales. Han intervenido en un sinfín de asuntos anticorrupción y han obtenido altísimos resultados en sus respectivas esferas laborales. Por ese motivo, llama poderosamente la atención que Penalva y Subirán, presumiblemente a la desesperada, intenten ensuciar su buen nombre aludiendo a conspiraciones que, para la mayoría, solo existen en sus cabezas.

Mensajes subliminales en el juicio.

Durante la jornada de ayer, también se evidenció que los dos acusados, que enviaron a prisión o imputaron a decenas de policías, funcionarios y empresarios a lo largo de muchos años, tratan de enviar mensajes subliminales o aviso a navegantes, reiterando que toda su instrucción se vio refrendada por instancias judiciales superiores. Esas alusiones a otros magistrados o instancias no deberían ocultar una realidad que ha quedado constatada con la sentencia del ‘caso Cursach’: muchos de los acusados –que vivieron un suplicio familiar y laboral inimaginable– eran inocentes y han quedado absueltos de toda culpa.