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Hace ya décadas que la explotación de las vaquerías en Mallorca se encuentra en una situación crítica, las políticas de la Unión Europea para frenar los excesos de producción obligaron al cierre de numerosas instalaciones; la mayoría de ellas en la zona de Campos. En la actualidad sólo han logrado sobrevivir quince. Otro tanto ocurrió con centrales procesadoras, de las que sólo Agama sigue operativa –desde 2017 en manos del grupo catalán Damm– y en régimen de monopolio con respecto a la comercialización de la leche que se produce en la Isla. Cabe recordar que la empresa Agama tuvo que recibir importantes ayudas del Govern para evitar su cierre en 1993.

Golpe al sector lácteo.

Rebajar el precio de la leche, cuando aquí está ya por debajo de la media estatal, y un 10 % el cupo de producción para cada explotación pone al borde de la extinción al sector, tal y como reconocen los ganaderos. Con estas condiciones –de las que se desconocen las razones que las motivan– no debe extrañar que las últimas vaquerías estén el borde del cierre definitivo, lo que puede suponer la desaparición de un factor importante en la diversificación de nuestro sector primario. El autoabastecimiento alimentario como planteamiento económico y social es un objetivo inalcanzable con estos condicionantes.

La defensa del producto propio.

La oferta de leche procedente de la Península satura el mercado de las Islas con unos precios mucho más competitivos que la producción mallorquina, un fenómeno imparable y al que es muy complicado combatir. Los intentos de Agama por fomentar el consumo propio no ha dado los resultados previstos y la coyuntura actual no ofrece unas expectativas positivas. La diversificación y la comercialización directa son las escasas alternativas que tienen las contadas vaquerías existentes. Evitar su desaparición debería ser un compromiso social.