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Pocas horas después de haber fallecido, el Vaticano publicó el ‘testamento espiritual’ que Benedicto XVI escribió en 2006, un año después de haber sido elegido como líder de la Iglesia católica en el cónclave de abril de 2005. Un texto breve en el que pide a Dios que le acoja «a pesar de todos mis pecados e insuficiencias», que también es una reflexión luminosa al expresar el sentido profundo de la síntesis entre la razón y la fe. El cardenal Joseph Ratzinger, que recibió el anillo del Pescador a los 78 años, fue filósofo de la fe y teólogo del humanismo. En el Evangelio halló respuesta a las contradicciones que plantea el don de la fe en los hombres y mujeres del siglo XXI, porque el simple conocimiento intelectual carece de sentido sin la trascendencia y la dimensión espiritual. La muerte del papa emérito ha suscitado un amplio reconocimiento a su trayectoria y su pensamiento. Desde el rey Felipe VI al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, las valoraciones elogian su altura moral, las aportaciones teológicas y lealtad a la Iglesia.

El impacto de su renuncia   

Benedicto XVI, que ejerció su ministerio pastoral con un estilo inspirado en la humildad, tras el intenso y arrollador pontificado de Juan Pablo II, sorprendió con su renuncia en febrero de 2013, una decisión meditada y coherente con su manera de ser, con la que transmitió el mensaje de la limitación del hombre ante la obra de Dios que hoy continua el papa Bergoglio.

Rechazo al relativismo moral   

Hubo quienes llamaron a Ratzinger ‘el Rottweiler de Dios’ por sus rigurosos planteamientos doctrinales, pero siempre reivindicó la fe del creyente, opuesta a la de los filósofos, como dejó escrito en su encíclica ‘Deus caritas est’. Benedicto XVI combatió siempre el relativismo moral en unos años de dificultad para la Iglesia católica, sin buscar aplausos fáciles, admitiendo errores graves, como los abusos sexuales a menores por religiosos; y defendiendo la vigencia y contenido del mensaje del Evangelio.