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La adquisición de la antigua central térmica de Alcanada, en el término municipal de Alcúdia, por parte del Consell de Mallorca tiene un enorme valor simbólico en favor de la protección del patrimonio industrial de la Isla. Por un precio simbólico, aquellas instalaciones, inoperativas desde hace décadas y situadas en un enclave privilegiado, han quedado a salvo de la especulación y quedan abiertas a la ejecución de proyectos que permitan darle una segunda vida. La sensibilidad de Endesa, la antigua empresa propietaria, ha permitido llegar a un acuerdo con la institución insular por el que el complejo que fue emblema de la electrificación pueda seguir dando un servicio a la sociedad.

Un proyecto ambicioso.

Inaugurada hace más de sesenta años, la central de Alcanada fue un auténtico motor económico para la comarca y el resto de Mallorca. Durante muchos años posibilitó el crecimiento y desarrollo paralelo a la expansión turística en la Isla, imprescindible para atender el aumento en la demanda energética. Ahora, el Consell tiene que liderar la reconversión de aquellos terrenos y la conservación de algunos de los edificios, una tarea sin duda costosa pero que puede generar importantes beneficios colectivos a medio y largo plazo; las llamadas energías verdes tienen en Alcanada, a partir de ahora, un magnífico campo de experimentación.

Una experiencia a seguir.

La intervención del Consell ha sido determinante para salvaguardar la central de Alcanada, operación que debería extenderse a otras instalaciones y terrenos, de titularidad pública o privada, que también están amenazadas por el abandono o directamente por una especulación inmobiliaria indeseable. Intervenciones como la que se cerró ayer en Alcúdia dan valor a una institución sobre la que siempre planea el cuestionamiento de su funcionalidad; su utilidad ha quedado demostrada.