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El GOB ha entrado en una ‘guerra’ por las reformas en el hotel Formentor que parece obedecer más a cuestiones personales que a criterios ecologistas. Y esto es malo para esta organización y para la seguridad jurídica que Mallorca debe ofrecer a los inversores. Porque en este caso concreto no se trata de un inversor cualquiera, sino de la compañía canadiense Four Seasons, una marca de prestigio mundial en el sector turístico. Four Seasons, de hecho, hace una apuesta millonaria para rescatar un establecimiento que estaba en decadencia.Y es que el anterior propietario del hotel, el Grupo Barceló, apenas invirtió en el mantenimiento del edificio durante sus 15 años de gestión porque, sencillamente, no le resultaba rentable hacerlo.

Sentido común.

Estamos hablando del gran lujo. Las compañías que operan en este sector del mercado son las primeras interesadas en disponer de unos edificios y de un servicio de máxima calidad, a la altura de entornos medioambientales perfectos. Nadie puede estar más comprometido que Four Seasons en hacer las cosas bien. Por supuesto que los ecologistas deben vigilar la ejecución del proyecto, y el Ajuntament de Pollença debe aplicar la ley.Pero detener las obras porque falta una licencia de demolición que se está tramitando, y que se sabe que será positiva, es llevar las cosas muy lejos.Debería imponerse la razón y el pragmatismo.

Deficiencias nunca corregidas.

Pero esta ‘guerra’ tiene otro frente, que es la querella por difamación que la propiedad del hotel presentó contra el GOB por cuestionar la legalidad de las obras. Resulta sorprendente que se llegue a estos extremos cuando todo el mundo sabe que el futuro hotel aportará imagen y riqueza a una zona maravillosa, pero en la que aún no existen los servicios que exigen las leyes urbanísticas, como alcantarillado.Esto sí que es mala imagen. Pero este es un campo de batalla que no da titulares.