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Tras un ‘superdomingo’ de concurridas ferias en numerosos pueblos de Mallorca y este lunes el multitudinario Firó de Sóller, podría colegirse que, tras dos años de pandemia, la Isla ha vuelto a la normalidad absoluta. Sin la obligatoriedad de mascarillas en interiores, el regreso al calendario de ferias en los pueblos de la Part Forana ha supuesto un importante espaldarazo para el comercio local y el sector de la restauración. Ambas actividades duramente golpeadas durante los dos años en que las restricciones impuestas con el objetivo de embridar la COVID–19 producían mayores estragos.

Prueba de fuego.

Las ferias de las últimos fines de semana y sobre todo el Firó de anoche contribuirán a dar la medida sobre en qué grado el virus se pueda dar por controlado. En la próximas semanas habrá que estar atentos a los indicadores de incidencia. Si estos no se disparan, cabrá concluir que las campañas de vacunación llevadas a cabo durante el último año y, no menos importante, la ‘inmunidad de rebaño’ que procuró la variante ómicron durante los meses de diciembre y enero han servido para mantener a raya la expansión del coronavirus.

Problemas prepandémicos.

El Firó es la primera macrocelebración festiva que se lleva a cabo tras la desaparición, prácticamente total, de las restricciones. Así, de lo que ocurra o no en Sóller de aquí a finales de mayo, podrán sacarse conclusiones fiables que contribuyan a ratificar o, por contra, reformular la idoneidad de seguir adelante con otros eventos similares. De no producirse repuntes significativos de contagios y que estos no deriven en la aparición de una nueva ola, se confirmaría que fiestas tan emblemáticas como las de Sant Joan en Ciutadella pueden celebrarse sin mayores riesgos. Otra cuestión es la reaparición de problemas prepandémicos, como los excesos etílicos y comportamientos incívicos. Para los cuales, parece no existir vacuna.