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Uno de los efectos colaterales de la pandemia de la COVID-19 en Balears ha sido la contención en el incremento –apenas un 0,3 por ciento– de la población, según los datos del censo referidos al 1 de enero de este año. La crisis económica ha motivado este parón en la llegada de nuevos residentes, incluso en el regreso de algunos de ellos a sus puntos de origen; tanto dentro como fuera del país. Sin embargo, resulta fácil adivinar que estamos ante un proceso coyuntural. Las expectativas económicas para este mismo ejercicio hacen suponer que se volverá a reactivar un proceso que merece ser tomado muy en serio. Todo ello deberá motivar un profundo debate social para abordar las medidas correctoras que sean precisas.

Advertencias de los expertos.

Hace ya años que los técnicos señalan los problemas derivados de la evolución creciente de la población en Balears. Es una circunstancia que queda patente en el incumplimiento constante de todas las previsiones. Aulas desbordadas, sistema sanitario insuficiente, red viaria colapsada... Son algunos ejemplos, aunque se complementan con la escasez y el encarecimiento de la vivienda y una sensación de agobio en los meses punta de la temporada turística. Es un cóctel de factores que coinciden en un territorio limitado y escaso.

Un problema global.

Las instituciones –también del Estado y las europeas– tienen un papel determinante en la adopción de medidas que eviten alcanzar el punto de no retorno en la calidad de vida en Balears, pero ello no justifica la falta de compromiso que en la búsqueda de soluciones deben tener todos los agentes sociales. Los recursos de las Islas son limitados y, por tanto, es preciso plantear desde el primer momento las distintas opciones factibles para orientar la toma de decisiones. La sensibilización, hay que insistir, debe ser colectiva. No se puede llegar tarde.