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La actual dirección estatal del Partido Popular no logra imponer su autoridad y estabilizar la crisis interna. La circunstancia ha vuelto ha evidenciarse en el congreso regional de la formación en Andalucía. Las embestidas, más o menos veladas, de la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a las que se unen las del libro de la diputada Cayetana Álvarez de Toledo, contra Pablo Casado y Teodoro García Egea, presidente y secretario general de los conservadores, respectivamente, debilitan, sin duda, el principal partido de la oposición y desconciertan a la militancia. Por el momento, nada hace vaticinar un final rápido a la crisis.

Modos enfrentados.

La pugna entre Casado y Díaz Ayuso se ha recrudecido tras la aplastante victoria de la segunda en las pasadas elecciones autonómicas de Madrid. Los resultados le están dando una notoriedad en la política nacional que el primero no logra frenar. Hay, en este continuo rifirrafe, un personaje capital: Miguel Ángel Rodríguez. Él es en la actualidad el jefe de gabinete de la presidenta madrileña y fue secretario de Estado de Comunicación con José María Aznar. El cuestionamiento interno de las estrategias del PP estatal, que un sector considera demasiado tibias en su labor de desgaste al Gobierno, puede tener su raíz en un intento de controlar el discurso y la capacidad de mando del tándem de Casado y García Egea.

Una sangría.

Dejar abierta esta herida en el Partido Popular debilita la figura y las aspiraciones de su líder, así como la imagen de la formación frente a sus votantes. El electorado de la derecha vive una situación inédita hasta ahora, una coyuntura de la que salen beneficiados partidos que se disputan el mismo espacio ideológico. Habrá que ver cómo finaliza este pulso personal entre Casado y Díaz Ayuso, aunque en el trasfondo también se adivinan otros intereses y rencillas personales.