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Parece mentira que uno de los debates que suscita ahora la ciudad de Palma sea el pulso que el Ajuntament ha echado a los transportistas y distribuidores, a quienes entorpece trabajar en la plaza del Mercat. No es comprensible que el regidor de Mobilitat, Francesc Dalmau, ‘racanee’ espacios y ponga trabas a quienes reparten los productos que se venden y consumen en esta concurrida zona del centro. En lugar de facilitar las cosas y de buscar soluciones prácticas, da la impresión que el regidor complica lo que indica el sentido común.

Dar facilidades.

Los distribuidores tienen razón en sus reclamaciones. Su actividad es necesaria e importante para el normal funcionamiento de la ciudad. Necesitan lugares para poder realizar las cargas y las descargas. Estos lugares deben ser amplios, si es posible, y deben estar vigilados para que nadie haga un abuso. Cualquier otra reflexión sobre el tema es improcedente. La política del Ajuntament de peatonalizar el centro de la ciudad y restringir la movilidad de los coches no debe afectar a la circulación del transporte público ni el de mercancías. Al contrario, debe favorecerla para que las zonas Acire sean más llevaderas para los no residentes.

De choque en choque.

Sorprendentemente, el regidor de Mobilitat ha entrado en bucle con los transportistas. No les aporta soluciones suficientes desde hace tiempo. Empresarios y trabajadores sólo piden realizar su trabajo de manera cómoda. Pero, en vez de atemperar, el regidor aviva una polémica continua con el colectivo, que incluso amenaza con una huelga. No es el primer choque de Dalmau. Recordemos sus controversias anteriores con comerciantes, con vecinos del centro o con trabajadores de la EMT. Él alega sus razones, pero olvida que las importantes son las de aquellos que trabajan a pie de calle y sufragan una Administración municipal para que sea eficiente y colaborativa.