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Tras casi dos décadas con el proyecto sobre la mesa, la prolongación de la autopista de Llucmajor hasta Campos ya es una realidad. Se trata de una buena noticia en la medida en que la nueva vía contribuirá a minimizar el alto índice de letal siniestralidad que presentaba la vieja carretera. Pero también en el sentido de que su construcción responde al interés general de los ciudadanos de la comarca. Una demanda de la mayoría de vecinos de Llucmajor, Campos, Santanyí y ses Salines a los que el Consell de Mallorca, presidido a la sazón por Miquel Ensenyat, dio respuesta positiva gracias al voto favorable de todos los partidos con representación en la institución durante la pasada legislatura: Més, PSOE, Podemos, PI, PP y Cs. Una unanimidad tan responsable como incuestionable, por mucho que ayer sus socios dejaran sola a Catalina Cladera frente a una escasa decena de antiautopistas.

Voluntad popular.

Las protestas de la Plataforma Antiautopista son del todo legítimas. Pero no menos que la decisión de la ahora presidenta Cladera de llevar hasta el final la voluntad de la soberanía popular representada en el pleno insular. Una voluntad reflejada en un proyecto que, antes de su ejecución, se reformuló, redimensionó y volvió a consensuar en repetidas ocasiones. Todo con el objetivo de limitar al máximo el impacto ambiental de una infraestructura ejecutada con el único objetivo de velar por la seguridad de los conductores y personas que transportan.

Mayor seguridad.

Como en otras cuestiones, los pocos que se han opuesto a esta nueva infraestructura apelan a alternativas que son incapaces de concretar. En contraste, la Dirección General de Tráfico concluye año tras año que las vías en las que la conducción es más segura son las autopistas. También que más del 70 por ciento de los fallecidos en vías interurbanas se producen en carreteras convencionales. Como la que hasta ayer conectaba Llucmajor con Campos.