En estos tiempos febriles, dominados por el estrés y la ansiedad, cada vez son más lo que deciden plantarle cara a los problemas practicando yoga o quemando adrenalina en un gimnasio. Pero no es la única forma de combatir las angustias urbanas, también podemos hacerlo desarrollando nuestra creatividad, en una especie de regresión al trabajo artesanal, usando un torno alfarero o nuestras propias manos.
Es lo que propone Margarita Fonollá en su taller de cerámica Argila. «Es muy bueno para la creatividad, sirve para expandirse, para olvidarse del día a día y no comerse la cabeza. Trabajando la arcilla se pueden tener momentos de expansión interna muy bonita», apostilla la artista.
Lo cierto es que desde una mirada ecológica y sostenible, pocos materiales superan a la arcilla, usada desde el neolítico, es un recurso extraordinario para reducir el consumo de plásticos.
Sus propiedades se multiplican porque, como decíamos, sirve también para soliviantar el estrés, además de ser un ejercicio de resistencia a la producción en cadena y una forma de resignificar los valores de antaño. Y esta es la bandera que blanden artesanos como la entrevistada, quien lleva casi cuarenta años enseñando a producir arte con las manos, a pensar la pieza, a pulirla, y sobre todo a disfrutar del proceso. «Desde el inicio de los cursos se puede hacer una tacita, una maceta o una caja, y luego cuando tienes la información y conocimientos necesarios puedes montar cosas más complicadas, como un jarrón o una lámpara».

El proceso de creación se puede perpetrar «a mano, a molde o con torno, cada proceso es diferente». Con molde «es muy sencillo, porque se usan planchas y la pieza coge la forma sola». La cosa se complica a mano, «haces la pieza por partes, vas uniendo tira a tira mientras le vas dando la forma. Y tienes que jugar con la perspectiva, estirar el barro requiere de mayor dominio y una visión más creativa». Finalmente, en el torno «se parte de un bloque de barro al que vas dando forma mientras da vueltas. Al principio no es sencillo, pero es como montar en bicicleta, una vez que le coges el truco ya no cuesta», matiza Fonollá. Naturalmente, con las herramientas se le quita a cada pieza el exceso, lo superfluo, se lima sus imperfecciones. Y el resultado no podía ser más gratificante, porque cada trabajo refleja el sentimiento que decanta sobre el su creador, su sentir.
La profesora, que admite «que cualquiera puede hacer una pieza con sus manos», apunta que la mayoría de sus alumnos son «mujeres de todas las edades», el grueso vienen de «Palma pero también de los pueblos».
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