Tolo se enfrenta a uno de los problemas diarios: las barreras arquitectónicas. | Click

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Tolo Prats es PMR, es decir, persona con movilidad reducida, por lo que la silla de ruedas es imprescindible para él. A los tres años se le diagnosticó poliomielitis, lo cual le obligó a caminar ayudándose de muletas.

Pese a ello, nunca se arredró. Todo lo contrario, consciente de que era para toda la vida, decidió vivirla lo mejor que pudo, primero, como niño, «cuando veía que mis amigos corrían o jugaban a fútbol y yo no podía, pues me sentaba y los veía correr o jugar. ¡Qué remedio ¿no?! Porque, ¿qué podía hacer yo, aparte de mirar? También me sucedió algo parecido cuando fui adolescente, y ya de joven, como DJ… ¿Sabes? Creo que fui el primer DJ con muletas… Yo no bailaba, pero disfrutaba viendo bailar a la gente al ritmo que les imponía desde mi cabina.

¿Qué dónde pinché? Déjame que piense… Comencé en Abraxas, luego se cruzó en mi vida Moncho Quintana y me llevó a Luna, a amenizar las galas de tarde… A Moncho le debo mucho –reflexiona en voz alta–, sobre todo porque confió en mí, pensando más en la persona que en el minusválido, que era como nos llamaban entonces. Y confió también porque pinchaba buena música, y eso que mi formación como DJ fue autodidacta, pero… Sí, reconozco que no lo hacía mal. También, así, haciendo memoria, recuerdo que estuve pinchando en el Champs Café, por donde solía ir el Príncipe, hoy rey de España, quien en una ocasión me hizo un gesto, como dándome ánimos. Más adelante trabajé en Factory y luego en Tito’s, con Sammy DJ, ¡un fenómeno! Bueno, también estuve en Café La Seu, en New Yorkers, de Emilio del Real, en JB… Fueron años increíbles, en los que mi discapacidad no me impedía trabajar, ¡todo lo contrario! El trabajo me estimulaba. Fueron años en los que, como he dicho antes, hice bailar a mucha gente, eso sin yo poder bailar, pero viendo lo feliz que eran ellos bailando. Por eso digo, referente a aquellos años, que me quiten lo bailado… Bueno, en realidad lo hago extensivo a todos los años de mi vida».

Se fracturó el cráneo

Recuerda también que por aquellos años, en Luna, solía ganar en las galas de tarde de los fines de semana unas 21.000 pesetas al mes, «lo cual no estaba nada mal. Y encima me divertía divirtiendo a los demás».

Tolo saca de su cartera el recorte de una página de Ultima Hora de hará más de 30 años, en la que aparece él, en una calle de Palma, de pie, sonriente, con muletas, hablando de su vida como DJ y como ciudadano con poliomielitis. Y se le ve feliz, totalmente adaptado a la vida que le ha tocado vivir. En la entrevista cuenta, entre otras cosas, que yendo de paquete en una moto, otro que salía de Son Dureta les golpeó, «cayendo al suelo y fracturándome el cráneo. Fue una lesión grave, pero de la que me recuperé».

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Hace treinta años le entrevistamos en UH. Por entonces caminaba con muletas.

Las barreras

Recientemente, le hicimos una entrevista para el digital de este diario, en la que nos habló de las muchas barreras que a día de hoy se encuentran los PMR, sobre todo en las ciudades, «o como en mi caso, en mi propio barrio, Son Fortesa, donde, prácticamente, todo son obstáculos: aceras sin desniveles o si los hay, con coches aparcados delante de ellos, lo que nos impiden el acceso, locales con lavabos no adaptados para nosotros, carriles bici que son un peligro, suciedad en las calles… Sobre todo cagarrufas de perro que terminan pegadas en nuestras manos al ser pisadas por las ruedas de nuestras sillas, cines también inadaptados para nosotros, ya que nos colocan en primera fila, y esta, a veces, dista muy poco de la pantalla, autobuses a los que no le funcionan la rampa por la cual nosotros accedemos, lo que nos obliga a seguir esperando a que llegue uno en condiciones… ¿Que qué pido? Pues lo de siempre: que los arquitectos, a la hora de construir las ciudades, cuenten con nosotros, los PMR… O que al menos piensen en nosotros…».

Por cierto –le preguntamos al final–, ¿cómo termino lo de DJ? «Pues terminó cuando entré en la ONCE, a trabajar… Donde trabajé durante unos años hasta que por problemas físicos me tuve que jubilar. Y es que la silla de ruedas también desgasta mucho».

Foraster

Toda la vida me han llamado foraster. Y eso que menos diez años, el resto los he pasado en Palma. Pues nada, foraster. ¡Au, barco de rejilla…! Y eso que mis padres están enterrados en Palma, mis hijos y mis nietos han nacido en Palma. He dado pruebas de palmesano como el que más. He recorrido miles de kilómetros, con Joan Torres, buscando ciudades llamadas Palma. He traído de medio mundo testimonios de mallorquines y palmesanos que por una circunstancia u otra emigraron. He recorrido la ruta que hizo fray Junípero Serra por Sierra Gorda (México), donde fundó cinco misiones. He encontrado en qué lugar de México DF está enterrado un antepasado de la senadora María Salom, para más señas franciscano, fundador de una misión en la periferia de México DF. He sido Premio Ciudad de Palma en Radio… Pues bien, con todo eso, sigo siendo un foraster. Y encima, no hablo la lengua de aquí… Que la hablo, pero como la pronuncio tan mal, prefiero, por no destrozarla, no hablarla… Què hem de fer? Pues sobrevivir. Pero…

Es lo que hay

Hace unos días, un colega me contó que había hecho un alto en la plaza de España, de Palma, entrando en uno de los establecimientos franquicia que hay en ella y en lo que le servían estuvo observando a su alrededor…

«¿Y sabes de lo queé me di cuenta? –me dijo–. Pues que entre las personas que había en el bar, unas veinte aproximadamente, ninguna era mallorquina o de origen mallorquín. Es más, seguí observando y vi que ninguno era español. Y seguí observando. ¡Y tampoco ninguno era descendiente de la Comunidad Europea!».

En desventaja

Al escucharle, me tranquilicé de pronto. Sí, porque, al menos, yo soy español y soy europeo. Mi descendencia es mallorquina y llevo viviendo en Palma prácticamente toda la vida, aunque siga siendo considerado por algunos como un foraster. Pero también no deja de sorprenderme ver que cada vez aquí, en Mallorca, somos menos mallorquines, españoles y europeos… Y nada tengo contra la inmigración. Nada, siempre y cuando sea de gente que venga a trabajar y a ganarse la vida honradamente. Todos hemos sido migrantes en este mundo en algún momento. Pero así están las cosas, por tanto, visto lo visto, voy a dejar de preocuparme porque me llamen foraster. O no me voy a preocupar tanto.