Los niños de San Ildefonso llevan siglos cantando los premios. | Efe

TW
0

Si hay un sonido que puede servir de señal de que la Navidad está a punto de comenzar es el soniquete de los niños de San Ildefonso cantando los números del sorteo especial de la lotería. Durante varias horas la cadencia de los números y las cifras, solo alterados por los sobresaltos de los premios más importantes, podrían ser el latido de todo un país esperando a celebrar sus fiestas más entrañables. La mañana del 22 de diciembre es tan especial y tradicional que pocos nos imaginaríamos ya una Navidad sin las voces de los niños y niñas de la suerte. Pero como todas las tradiciones, su participación tiene detrás una historia digna de ser conocida.

El colegio de San Ildefonso, que se ubica en la calle de Alfonso VI, es la institución educativa más antigua de Madrid. Sus orígenes se remontan al siglo XV, cuando el Ayuntamiento de la ciudad creó la institución para acoger y educar a huérfanos de funcionarios públicos. Está documentada la participación de los alumnos del centro en diversos actos, como funerales, ya en aquella época, por lo que se valoraban especialmente sus cualidades vocales. La relación de los niños de San Ildefonso con la Lotería Nacional arrancó el 9 de marzo de 1771. Fue durante el reinado de Carlos III cuando el niño Diego López cantó el primer premio de aquel sorteo. Desde ese momento los pequeños de la institución fueron frecuentes colaboradores en las extracciones, hasta que por fin debutaron en un Sorteo Extraordinario de Navidad. Fue un 23 de diciembre de 1892, aunque este sorteo ya se venía celebrando por estas fechas desde 1812 (tuvo lugar por vez primera en Cádiz, un 18 de diciembre de 1812).

Ya en el siglo XX, la participación de los cantores de premios se consolidó, así como la fecha, el 22 de diciembre, que solo variaba si este caía en domingo, adelantándose al sábado. Cientos de niños han participado desde entonces. Sus principales virtudes deben ser un timbre de voz potente y claro y una buena capacidad para leer los números sin cometer errores. El organismo de apuestas del Estado pone a su disposición toda la infraestructura necesaria para los numerosos ensayos, que incluyen desde la manera de moverse por el escenario y los pasos a seguir al cantar uno de los premios importantes, hasta el manejo de las escurridizas bolas, que han sido motivo de anécdotas constantes.

Noticias relacionadas

No han sido pocas las ocasiones en que estas han rodado desde los temblorosos dedos de los infantes y han iniciado una fuga por el suelo de los diferentes lugares donde se ha realizado el sorteo a lo largo de los años, ya sea la sede de Lotería Nacional, el Palacio de Congresos o el Teatro Real.En cuanto a esas anécdotas, los pequeños y el Sorteo Extraordinario han sido, con el paso de los años, un fecundo terreno. Al margen de esas bolas traviesas, algunas de ellas han dado mucho que hablar y han quedado como momentos entrañables o verdaderos dolores de cabeza. Una de las más recordadas fue la que protagonizó, en 1987, Gemma Lorente, que no se dio cuenta de que tenía el Gordo entre las manos cuando lo cantó como una simple pedrea.

Los 250 millones de pesetas pasaron desapercibidos hasta que el funcionario encargado de la comprobación, no sin un criticado gesto de enfado, advirtió el error, que levantó por otra parte muchas suspicacias. Especialmente emotivo fue el momento que protagonizaron Paula Figuereo y Yanisse Alexandra al cantar el Gordo de 2021. Su diálogo ante la mesa de los notarios fue escuchado por toda España. Aquel «no llores», y el siguiente «te quiero un montón» entre ellas evidenciaron la responsabilidad y emoción con que afrontan cada sorteo.

No ha sido el único momento en que los indiscretos micrófonos han captado frases memorables. Un «joder, se me ha caído la bola. No la encuentro. ¡Qué vergüenza!» o un «no te bebas todo que si no te haces pipí» han sido otras frases que han quedado para siempre en ese anecdotario que no hace más que crecer. Los niños y niñas que cantan en el Sorteo Extraordinario, habitualmente unos 30, dejaron de ser exclusivamente niños en 1981, y desde 1999 ya no son exclusivamente huérfanos, con la constitución del centro en Colegio Público. Sus voces, su carisma y su presencia son ya una parte imprescindible de la Navidad, y sobre todo de la suerte.