El mentalista ofrece un espectáculo donde el público es el gran protagonista. | R.D.

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A la tierna edad de siete años, con una caja de Magia Borrás, José Luis González Panizo (Oviedo, 1955) descubrió que «los ‘pequeños milagros’ existen». Más tarde, cuando comenzó a actuar en bares de su ciudad natal, para no ser reconocido por su madre, «que aborrecía lo que hacía», comenzó a utilizar el pseudónimo de Anthony Blake. Después de 40 años de carrera, el experimentado mentalista, que saltó a la fama en 2002, cuando acertó el número ganador del sorteo de Lotería de Navidad, ofrece mañana en el Auditòrium de Palma, a las 20.30 horas, su espectáculo Más allá de la imaginación.

¿Qué encontramos más allá de la imaginación?
Un mundo. Todo un mundo a través del cual, durante noventa minutos, un teatro entero colabora, participa y se sorprende.

El espectáculo fue presentado en 2013, ¿cómo ha evolucionado?
Está totalmente renovado y pensado para que la gente tenga una participación mucho más activa. Se mantiene vivo el espíritu de la improvisación, pero con un filtro mucho mayor, escogiendo los cuarenta efectos principales que llevo haciendo toda mi vida.

¿Bastan los sentidos para conocer la realidad?
Evidentemente, sí. Pero también tenemos sentidos interiores que hay que aprovechar. Esos son los sentidos que yo toco, la fibra sensible de cada uno, para que el espectáculo salga como debe salir.

Muchos dicen tenerle miedo, ¿qué cree que temen en realidad?
Ay! Ay, ay, ay. (ríe) Estoy convencido de que no es el miedo que se le puede tener a Drácula. Creo que es el típico miedo de: «A ver si va a ser verdad que este tipo es capaz de leerme el pensamiento y se entera de cosas mías que no quiero que se entere nadie». Lo queramos o no, todos tenemos muertos en el armario.

No posee poderes sobrenaturales, pero sí una intuición desarrollada...
Después de 40 años subiendo a un escenario y utilizando la comunicación no verbal para leer el estado de ánimo de cada espectadores, evidentemente, la intuición es el peso pesado de esta historia.

¿Cuáles fueron sus referentes: magos, ilusionistas, psicoanalistas...?
Cuando empecé con el mentalismo en España, además del Profesor Rochy, no había nadie más. Yo me alimenté de la corriente anglosajona, porque toda la bibliografía era inglesa o americana. Mi aporte ha sido adaptar todos esos conocimientos a un escenario, a la estructura latina o española, porque pensamos diferente a los anglosajones.

¿El mentalismo es un arte escénico independiente, o una forma de ilusionismo?
Es una forma de ilusionismo, pero también un arte independiente al resto de la magia. Las otras especialidades se basan en la sorpresa, pero el espectador siempre llega al razonamiento de que debe haber algo más. En el mentalismo la gran diferencia está en que el público piensa, «¿cómo ese tipo pudo saber lo que yo estaba pensando?». Simplemente. Quizá los límites de la realidad son más interesantes en el mentalismo que en la magia convencional.

En 2003 estrenó el espectáculo Lo saben todo de ti, en el que el poder de la mente era la solución a esa ‘teoría de la conspiración’ que afirma que nos observan y controlan. En el presente, ¿el poder de la mente es suficiente?
El poder de la mente nos da la independencia de no esperar por nada ni por nadie. La diferencia está en que antes, cuando lo dije en 2003, la gente me decía que estaba pirado, que era todo una paranoia mía. Y resulta que ahora estás tranquilamente sentado, conversando con tus amigos, y salta la palabra 'mármol de carrara'. Y a los treinta segundos aparece en tu móvil la oferta de una escultura de mármol de carrara. Es cierto que algo, más que alguien, nos escucha para poder ‘cubrir esas necesidades’, que tenemos, que hemos ido creando o que nos han creado.

¿Cómo recuerda aquel 7 de enero cuando, con siete años, los Reyes Magos de Oriente dejaron una caja de Magia Borrás entre sus regalos?
El recuerdo que puedo rescatar, bastante subjetivo, por cierto, es el de un crío que abre una caja en la que ve un montón de instrumentos cuyo uso desconoce. Que se pone a leer y se da cuenta que, con todo aquello, puede fabricar algo diferente. En aquel momento la palabra magia aparece en mi vida y me doy cuenta que es posible que ocurran ‘pequeños milagros’.

¿Cuál sería el mayor orgullo de su larga carrera?
De verdad, se compone de pasitos. Evidentemente, el espaldarazo que me dio el tema de la Lotería Nacional no me lo dio nadie. Eso ha sido algo ocurrido hace 22 años y todavía continuamos hablando de aquella famosa historia de la Lotería, el enano y la madre del cordero. Reconozco que marcó un antes y un después. En el resto, he sido lo suficientemente influyente para que muchos hayan imitado, copiado o se hayan inspirado en mi trabajo para hacer el suyo.

Después de una carrera tan larga, ¿mantiene la ilusión por subirse a un escenario?
La misma, la misma, la misma y la misma. El día que no tenga esa ilusión, el día que no siga teniendo miedo escénico, ese que sientes cuando suena tu presentación y piensas «es inevitable», lo dejo. Pero ese punto de dar el paso adelante en el escenario no lo cambio por nada. Es peor que una droga, o mejor que cualquier droga.