La nutricionista Teresa Bonnín. | Pere Bota

TW
2

Cuando el sol se vuelve intenso, la balanza pasa a ocupar un lugar preponderante en nuestra vida. La miramos con desconfianza pues sabemos que su juicio es implacable. Sin embargo, todos los hábitos saludables, todas las promesas de enmienda, se van por el desagüe del olvido con la llegada del otoño. Y conviene comer sano todo el año, encontrar un equilibrio para evitar las consecuencias de una batalla indeseable. Esta premisa es posible con comidas sanas y livianas que nos permitan experimentar el mens sana in corpore sano, de lo contrario, caeremos en un otoño que dará paso a una primavera repleta de angustia y muecas frente al espejo. Charlamos con las nutricionistas Maria

Morado y Teresa Bonnín sobre el modo de adquirir unos hábitos alimenticios saludables.
Antes de que hagan mella el estrés y la rutina del otoño, provocándonos la tentación de consumir calorías que, erróneamente, pensamos que podemos sepultar tras una confortable chaqueta, hay que ponerse manos a la obra. El primer desafío a la hora de vernos y sentirnos cada día mejor es comprender que la clave está en incorporar hábitos que nos acompañen día a día, que nos permitan mantener un peso corporal saludable. Añadir variedad de alimentos, sumar lo que nos gusta en su medida justa, hacer ejercicio físico moderado de acuerdo a nuestras posibilidades, dejar de lado los mitos alimentarios y recurrir, ante cualquier consulta, al médico especialista son algunas de las claves cuando de cuidar nuestra salud se trata. No olvide que nuestro cuerpo es el resultado de nuestras elecciones.

María Morado, profesional de la nutrición. Foto: Pere Bota

«Siempre recomiendo una alimentación ligera para evitar las digestiones pesadas, tanto en verano como el resto del año. Una digestión pesada puede producir inflamación intestinal, que al final puede provocar otras enfermedades», advierte la nutricionista Maria Morado, quien hace hincapié en la necesidad de «hacer una dieta personalizada». Aunque, a grandes rasgos, sostiene que la base de una alimentación sana consiste en «comer fruta, verdura y juntarlas con proteínas para no tener picos de insulina que pueden provocar que nuestro metabolismo se ralentice, y eso nos haría sentir cansados».

Son ideales platos como «las ensaladas, trempós y pescado y carnes a la plancha», y recuerda la importancia de «elegir productos bajos en grasa». Por contra, le declara la guerra a «los embutidos», y añade que «tampoco abusaría de los lácteos grasos, de esa forma incluso podremos mejorar el sueño».

No difiere en su opinión su homóloga Teresa Bonnín, para quien «una dieta ligera debe basarse en alimentos que no contengan mucho azúcar, así como en sopas, cremas y ensaladas. También podemos tomar arroces integrales, patatas, boniato, quinoa...». A su vez, recomienda esquivar «los alimentos muy pesados a nivel de grasas», y advierte que «si se padecen problemas intestinales hay que ir con cuidado con ciertas verduras, la fructosa de esa hortaliza fermenta a nivel intestinal y podría causar distensión».