Lenguaraz e incontenible, la humorista de origen guineano desgrana su propuesta en el FesJajà 2023. | R.D.

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Imparable como un Boeing 727 en caída libre, así es la retórica de Asaari Bibang. Genuina, mordaz y rompedora, la articulista, actriz, escritora, bailarina, modelo y humorista de origen guineano tiene más ‘registros’ que la Audiencia Nacional. Su humor se ha especializado, desde una perspectiva instructiva, en dar visibilidad a los problemas que sufre una mujer negra y migrante en este país. Rívoli Aficine acoge este viernes a partir de las 22.00 Humor negra, un montaje que sitúa al espectador frente al espejo de los tópicos, prejuicios y estereotipos.

Más que un show, ‘Humor negra’ es una declaración de intenciones...
Exacto. El espectáculo consiste en enfrentar a la gente contra sus propios prejuicios, y yo muestro mis propias miserias.

¿Es fácil subir al escenario temas como el racismo y el feminismo?
Sí, porque la vida es tragicomedia.

Ya. Y además el humor, como la música, es una herramienta muy potente de concienciación…
Absolutamente, todo el mundo quiere que le hagan reír y si además te hacen reflexionar… las cosas con humor entran mejor, pero mi espectáculo es un monólogo no un simposio.

¿Que la revista Forbes la definiera como una de las 100 influencers más importantes del activismo ha consolidado su discurso?
Es un reconocimiento al trabajo, pero no supera a esa persona que se te acerca para darte las gracias porque tu monólogo le ha ayudado a dejar de usar microracismos en su lenguaje.

Pero no todo es activismo en su show, también lanza perlas como ‘estaba más perdida que un daltónico en un desfile de Desigual’…
Ya sabes que mostrarse imperfecta ayuda en la comedia.

Su primer beso fue en la Plaça del Macba, ese lugar era el centro neurálgico de la ciudad más fascinante que he conocido: la Barcelona de finales de los 90…
Totalmente. Mi grupo de amigos parecía la UNICEF, nos llamábamos ‘los Benetton’ (risas).

Dice que es ‘demasiado española para ser guineana y demasiado negra para ser de aquí’; parece que viva en una ambivalencia similar a la de Elisabeth Taylor en ‘La gata sobre el tejado de zinc’, quien se sentía demasiado joven para ser vieja y demasiado vieja para ser joven…
De hecho ahora me siento demasiado negra para ser española y demasiado española para ser negra (risas). La verdad es que no es agradable tener problemas de identidad, sentirse apatrida.

¿Nota que el humor feminista está viviendo cambios significativos?
Creo que no lo hará hasta que dejemos de llamarlo feminista, pero bueno... vamos por el buen camino.

¿Cree que el racismo sigue siendo en este país un problema más generalizado de lo que queremos reconocer?
Desde luego, es algo que tenemos muy interiorizado, nuestro vocabulario es muy machista, racista, homófobo…

España es uno de esos países que oculta su racismo bajo el confetti del humor, aquí se suelta como el que no quiere la cosa…
Exacto. Como le decía, lo tenemos inculcado en el inconsciente.

Hablemos del eterno debate sobre los límites del humor, ¿se puede hacer humor de cualquier cosa?
Creo que se puede hacer humor de todo, pero hay temas que te permiten cierta laxitud y    otros en los que se tiene que ir con mucho cuidado.

¿La hipersexualización a la que se somete a la mujer negra sigue siendo un problema en pleno siglo XXI?
Sí, no se está solucionando tanto del lado del opresor pero sí desde el lado del agredido, porque existe un empoderamiento de la mujer.