El cantante Romano Aspas ofrece un recital este sábado en La Movida de Palma.

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Afirma haber vivido muchas vidas: en su paso por la Tierra, ha sido príncipe y mendigo, editor y artista. No desvela su edad. No por pudor, sino por desconocimiento: asegura proceder de Orión, viaja a la velocidad de la luz, y el cómputo no resulta sencillo. Como diría Robe Iniesta, Romano Aspas dejó hace mucho el «camino social alquitranado» y este sábado, el autodenominado ‘crooner del reguetónestrena su tercera gira Travesuras Tour en el café concierto La Movida, de Palma. «A los mallorquines les espera una orgía emocional y un auténtico subidón natural. Algunos podrán tomar drogas, o no, pero es probable que nunca hayan vivido emociones tan bonitas como las que sentirán en mi concierto», declara Romano Aspas como carta de presentación de su primer recital en la Isla.

Para mucha gente, Romano es un completo desconocido. De hecho, saltó a la fama de una forma particular: en 2019 publicó en su Instagram los primeros vídeos en los que esnifaba agua de mar de Formentera, donde tiene fijada su residencia buena parte del año. Y su energía positiva y divertida extravagancia corrieron como la pólvora en las redes sociales. Pero antes de comenzar a cantar, su vida fue muy diferente de lo que cualquiera pudiese imaginar. «Empecé con las redes para darme a conocer, porque la gente, yo el primero, quiere que le vendan ilusiones o le den alegrías, aunque alguien piense que eres un payaso. Una profesión muy digna, por cierto, porque regalan amor y alegría. Decía Freud que solo hay dos formas de ser feliz, haciéndote el idiota o siéndolo. Así que no está mal hacerte el idiota, incluso a diario», razona Aspas.

En su primera juventud, el artista fue mal estudiante. No tardó en empezar a trabajar en el lavacoches familiar, «pero me daban los peores trabajos y, si cabe, me pagaban un poco menos que a otro que realizase la misma labor», explica Aspas, que de su padre adquirió su carácter disciplinado. Entonces inició su carrera como vendedor de libros de arte a puerta fría, «recorría las calles de principio a fin y me dirigía a los profesionales liberales, como farmacéuticos, arquitectos, registradores de la propiedad...», sostiene Romano que, en esta época, tuvo que dormir más de una noche en su coche, superó lo que le quedaba de timidez, «sentimiento que abandoné cuando vi que no aportaba nada», y aprendió las mejores estrategias de mercadotecnia.

Con la experiencia adquirida como vendedor, fundó Patrimonio Ediciones, editorial especializada en facsímiles de manuscritos y códices medievales iluminados, por encargo de reyes, princesas y sultanes, como puede ser el Libro de Oraciones de Torino del duque de Berry o Las muy ricas horas de Juana I de Castilla, solo dos ejemplos de un amplísimo catálogo. El éxito de su empresa no es baladí: ha sido premiado en diferentes ocasiones con el Premio Nacional al mejor Facsímil Editado, y con lo que ha ganado como editor, «para comer lentejas tengo para toda la vida».

La gran incógnita es cuál puede ser la motivación de un empresario de éxito para dejar la labor que domina y lanzarse de cabeza a la industria musical. El artista lo tiene claro: «Lo que más me motiva es aprender y crecer, no solo a nivel económico, sino intelectual. Pero mi trabajo ya era metódico, empezaba a aburrirme. La música siempre me había gustado, es un universo de aprendizaje inacabable», razona Romano que, desde hace cinco años, esta completamente volcado en su carrera musical, un campo que deseaba explorar desde su juventud.

Entre los grandes referentes de Romano se encuentran Frank Sinatra, Michael Jackson o Marvin Gaye, o cantantes melódicos españoles como Julio Iglesias o Raphael, «si formasen parte de esta generación también harían reguetón, bachata, funky fusión o dembow, como Da Vinci, Goya o Velázquez seguirían el estilo vanguardista y arte moderno», afirma Aspas, que utiliza el reguetón para lograr su gran ambición, «ser amado por el mundo entero».

Romano Aspas ha vivido muchas vidas y su mayor orgullo «es haber llegado al aprendizaje de que hay que amar hasta a los que te odian y te desean el mal. El universo es un espejo y todas las energías que trasmitimos nos las devuelve multiplicadas. Así que, pese a todo, siempre les deseo lo mejor y les envío amor». Siguiendo el precepto, el amor esta asegurado para aquellos que compartan la noche del sábado con Romano.