Arina Antonova posa en su taller, ubicado en la plaza Quadrado de Palma. | Pere Bergas

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Separados por los estrechos turcos de Bósforo y Dardanelos, el mar Negro y el Mediterráneo guardan vínculos históricos que todavía son fuente de inspiración artística. Afincada en la Isla desde 2011, la artista Arina Antonova (Sebastopol, 1980) experimenta en AAA Ceramic Studio, ubicado en la plaza Quadrado, con arcilla de gres, terracota mallorquina y materiales naturales para integrar los paisajes de la costa y el Mar Balear, además de explorar diferentes conceptos, en ánforas, vasijas o todo tipo de piezas decorativas de cerámica.

«Cuando llegué a Mallorca me sorprendió cuánto se parece a Crimea: el clima, los árboles, la costa rocosa... Me sentí como en mi país. Por su tradición, descubrí la arcilla como material, pero tardé muchos años en conocerlo en profundidad. La cerámica es un proceso lento y de aprendizaje constante, te enseña a ser paciente», afirma Antonova, que estudió Historia del Arte en San Petersburgo, con especial interés en arqueología y escultura clásica, y siguió formándose en Ilustración y Diseño Gráfico en Alemania. A su llegada a la Isla, aprendió técnicas cerámicas en los workshops de la Fundació Pilar i Joan Miró, así como en la Escola de Cerámica de Marratxí.

Conexión

Desde su infancia, Arina visitaba las ruinas de Quersoneso, antigua colonia griega establecida en el siglo VI a.C., ubicada a solo dos kilómetros de su ciudad natal. Allí conoció la cerámica griega, regalo del Arte Clásico, y su fascinación por la diversidad geológica. «Trabajo con materiales naturales. Es como tomar el paisaje e integrarlo en la pieza. El proceso te da muchas sorpresas. Además de investigar, la prueba y error también es muy importante. La cerámica es un material muy plástico, te brinda muchas posibilidades y, a diferencia del dibujo o la pintura, tienes un contacto directo con el material. El cuerpo es la herramienta. Crear una pieza grande es como una danza, eres el torno», expresa Antonova, enamorada de la cerámica porque su proceso de aprendizaje no acaba nunca, «todavía estoy desarrollando mis esmaltes, enfocándome en la alquimia, utilizando tierras y rocas naturales para nuevas texturas».

El mural del Barceló Nura, desarrollado con A. Gómez. Foto: M. Chatsky

La ceramista no solo se inspira en el entorno, sino en el maquillaje, la comida o el movimiento corporal. Muestra de ello son sus series No Name, inspiradas en la estética del maquillaje y los rituales de belleza, un tributo a las artistas ceramistas que quedaron en el anonimato, o Call to action kit, en colaboración con la bailarina contemporánea Stella Perniceni, proyecto de esculturas corporales que profundiza en las barreras culturales y sociales. La pieza de esta serie Heavy Blue Loop está seleccionada para el Martinsons Award 2023 de la Bienal de Cerámica de Letonia. Y es que, en estos años, el trabajo de Antonova ha recibido varios reconocimientos. Su pieza Sunset Moon ganó el accésit de Cerámica Tradicional del reconocido Concurso Internacional de Alfarería y Cerámica de La Rambla, de Córdoba. Sus piezas, además de incontables hogares, embellecen espacios como el hotel Barceló Nura, ubicado en Menorca, con un mural marino desarrollado en colaboración con la creativa Antonia Gómez.