La clave está en el equilibrio, no caer hacia un extremo ni el otro, aseguran. | M. À. Cañellas -

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Aún hoy, al explicarme o desarrollar una idea suelo dirigirme a mi interlocutor como ‘pequeño saltamontes’. Y tengo amigos que, tras sufrir un desbarre amoroso, se lamentan entre tragos de tequila mascullando ‘estoy más solo que Kung-Fu’. No son expresiones lanzadas al azar, sino referencias que demuestran lo hondo que caló en la cultura popular Kung-Fu, la serie protagonizada por David Carradine, cuya jerga prendió en la audiencia como una mecha en un polvorín. Y si no lo recuerda, en fin… haber nacido antes.

Innovadora, cautivadora y rupturista, Kung-Fu narraba los sinsabores de un obstinado pacifista, quien por ‘a’ o por ‘b’ siempre acababa recurriendo a la violencia para desencallar situaciones que carecían de otra salida. La serie, que conjugaba una interesante variante del spaghetti western atravesada por la filosofía y las artes marciales, puso de moda el uso de la cámara lenta, las tomas a contraluz y el flashback, un recurso por el que a menudo se precipitaba el protagonista, un fugitivo extraviado en un territorio marcado por la corrupción y la violencia.

A 40 años de su estreno, un puñado de nostálgicos se apresuran en saldar cuentas con el pasado, apuntándose a las clases que su ‘yo’ adolescente no pudo recibir. O eso me gusta    pensar. Pero lo cierto es que el grueso de alumnos llegan al dojo atraídos «por los beneficios físicos que aporta esta actividad», confirma Miquel Rotger, maestro de Kung Fu, Tai Chi y Chi Kung en el centro Wutan Mallorca. Su colega, la también maestra de Kung Fu y Tai Chi Eva Caimari, del centro de Artes Orientales Mallorca, va un paso más allá y sostiene que «se ha demostrado científicamente que es muy beneficioso para las personas a partir de 40 años, porque previene enfermedades y mejora la artrosis, el Parkinson y el insomnio».

Trabajo y disciplina

Todos los elementos que hacen al Kung-Fu se van perfilando para que «a través del trabajo, la disciplina y la constancia nos llegue el equilibrio interior», detalla Rotger. En China, patria espiritual de esta técnica, todo se maneja a través del yin y el yang, no existe una cosa sin la otra: la oscuridad frente a la luz, lo fuerte contra lo delicado; lo interno versus lo externo. La clave está en el equilibrio, no caer hacia un extremo ni el otro. Y el Kung-Fu está diseñado para integrar estas dos energías. Pero, ¿qué hace de esta disciplina milenaria una práctica apta para mayores de 40 años? «Que se adapta a todo tipo de personas, no necesitas una elasticidad muy buena, ni una fuerza muy desarrollada», detalla Rotger.

En opinión de Caimari, «es impresionante comprobar como alguien de 40, 50 o 60 años puede llegar incluso más lejos que un    adolescente, porque tiene ese espíritu de esforzarse». Aunque matiza que «a las personas muy mayores, como algunos alumnos de 70 años, les adaptamos los ejercicios para que no sean tan exigentes».

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Ya ven que, aunque las artes marciales tienden a asociarse con jóvenes, quienes al iniciarse a temprana edad favorecen la adaptación y desarrollo de la fuerza, flexibilidad y resistencia, lo cierto es que es un error creer que las personas mayores no pueden practicarlas, incluso aunque nunca antes se hayan acercado a esta actividad. «Con constancia se puede ir mejorando hasta alcanzar cada vez mayor presencia física. Y aunque al principio te puedes frustrar porque piensas que no avanzas,    realmente no es así, si practicas dos o tres veces a la semana puedes alcanzar grandes objetivos», anima Rotger. En opinión de Caimari, quien imparte clases al aire libre pues las considera «más beneficiosas», el Kung-Fu es una materia «que se adapta a todas las edades en la que se refuerza el cuerpo, la palabra y la mente».