El cómico bilbaíno Galder Varas lleva su monólogo al cicle Rívoli Comedy.

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De jueves a domingo, cuatro días y cinco funciones. Y ni una butaca libre. Este es el bagaje que dejará Galder Varas tras su huracanado paso por el ciclo Rívoli Comedy, emplazado en la sala del mismo nombre de Palma. Su monólogo, repleto de humor, improvisaciones, gags y anécdotas no solo está triunfando entre el público, también arrasa en Tik Tok, donde ha viralizado diferentes fragmentos. En él, este humorista nacido en Bilbao desgrana su infancia, su quebradiza autoestima y el paso del tiempo. Reflexiones que conjuga con ironía y savoir-faire, postulando su espectáculo como un espejo al que cualquiera puede asomarse y reconocerse. Con una puesta en escena minimalista, apenas un taburete y un micrófono en mano, Esto no es un show se está convirtiendo en un vehículo imparable.   

Si ‘Esto no es un show’, ¿qué diablos es?
–Es una mezcla entre monólogo tradicional e improvisación.

¿No cree que este formato es un ‘salto al vacío’? le puede salir bien pero también puede pegársela…
–Claro, es parte del espectáculo. Es un auto de fe. Saltamos todos juntos al vacío para ver qué nos encontramos. Parte de mi trabajo consiste en salvar la situación. Dependo de la anécdota que pueda contar alguien del público…

¿Alguna interacción con el público le dejó en blanco?
–Sí, aunque ahora mismo no recuerdo ninguna, así que supongo que podría sobrellevarla. Es parte de mi trabajo.

En su vis humorística prevalecen dos miradas, una instalada en la ternura y otra en la caricatura ¿cómo se le saca partido a esa contradicción?
–No lo pienso conscientemente, solo puedo decirte que hago todo lo posible para que la gente se ría, sin intención de burlarse de nadie.

Si sentamos en el diván el sentido del humor de este país, ¿cuál sería su diagnóstico?
–No tengo la experiencia de otros humoristas, llevo en esto relativamente poco, pero creo que está en un buen momento.   

¿Humor e inteligencia van siempre unidos o hay tontos muy graciosos?
–Creo que no tienen por qué estar necesariamente unidos. Algo que te hace gracia no tiene por qué ser inteligente.

¿El humor ha de tener límites?
–Creo que el humor no debe tenerlos, siempre que se haga con buen gusto. Es muy difícil decirle a alguien ‘de este tema no se pueden hacer chistes’. Yo creo que se pueden hacer chistes de cualquier tema, aunque no todo el mundo sabe hacerlo.

¿Cuáles son sus límites?
–Trato de evitar ciertos temas que no se me dan bien.

¿Alguna vez se ha enfrentado a la indiferencia del público?
–Muchas veces, en el fondo dependes de la recepción instantánea del público. Por eso los monólogos grabados en un estudio para televisión no siempre funcionan, porque el cómico no tiene la interacción del público.

¿El humor es el retrato de nuestra sociedad?
–En cierta medida sí. En cualquier caso, lo cierto es que pocas veces el humor que triunfa en una sociedad se puede exportar a otra. No veo a Torrente triunfando en Estados Unidos.

¿Es más fácil hacer humor sobre la derecha o la izquierda?
–Creo que ninguno se lo toma bien. Depende de quien esté gobernando te crispan más los de un lado que los del otro. Va fluctuando pero, en general, a la mayoría de la gente le da igual mientras el chiste sea bueno.

¿Qué le saca de sus casillas sobre un escenario?
–La pantalla de un móvil. Si pagas una entrada es para desconectar de todo durante una hora y media. He visto a gente mirando el móvil constantemente y luego al acabar me han pedido una foto, y uno piensa ‘pero si no se habrá enterado de nada...’.

Como humorista ¿cuáles son sus fortalezas y sus debilidades?
–La verdad es que no soy consciente de mis fortalezas, de mis debilidades soy muy consciente pero no te las voy a desgranar aquí (risas).