Juan Cruz de la agencia de Detectives Garbo. | Teresa Ayuga

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Antes de las oscuras plumas americanas, el género policial discurría por unos derroteros más pulcros. Lo observamos en las novelas de Agatha Christie: Lady Edna envenena a Sir Mortimer con confitura de frambuesa porque envidia su château en la bretaña. Por contra, las páginas de Dashiell Hammet y Raymond Chandler recorren los bajos fondos a balazos tras la pista de un sórdido pecador; tramas ambientadas en tugurios de mala muerte en los que nunca falta una femme fatal de melena corta y largas piernas, cuya moral posee una interesante trastienda. Historias sin alcurnia alejadas de la elegancia que se traen los jueguecitos de lady Christie, cuyos ‘malos’ son tan ‘buenos’ que uno se tomaría el té con ellos. Empapada en sudor, whisky y sobredosis de realidad, la obra de Hammet y Chandler sedujo a Juan V. Cruz, quien como un Sam Spade moderno, sin gabardina pero con la misma perspectiva cínica y desconfiada de aquel formidable Bogart, vive de una profesión que le fascina: detective privado. Me reúno en su despacho, sede de Detectives Garbo, y ni rastro de Lauren Bacall. Sí atisbo un halcón –aunque no de oro macizo– que parece dispuesto a alzar el vuelo.

Imagino que su gremio hace tiempo que dejó de trabajar a la antigua usanza…
–Sí, hace veinte años la constante digitalización del trabajo dio la vuelta a nuestra profesión.

¿A qué se dedica generalmente?
–Dado que vivimos en una constante crisis económica, lo que priman son temas de localización de deudores, de bienes o temas laborales y mercantiles.

¿No son las sospechas de infidelidad quienes sostienen vivo y pujante este negocio?
–No, pero hay un matiz: se hacen pocas pero son en lo que más dinero se puede gastar un cliente.

En caso de infidelidad, ¿se desenfoca tanto la vida del cliente que podría desentenderse de pagar?
–Sí, y en otros temas también, estamos en una profesión con una cierta tasa de morosidad.

¿Qué le atrajo de esta profesión? Imagino que alguna culpa tendrá el romanticismo que emana de las novelas y el cine…
–Mucho, siempre me había interesado este tema a raíz del cine, así que estudié Criminología, y como la licencia de detective privado viene adjunta decidí probar en esto y hasta aquí.

¿En qué especialidad se desenvuelve mejor?
–La mayoría de detectives somos todoterrenos. Pero yo prefiero el trabajo de calle y el seguimiento en coche. Es una auténtica montaña rusa de emociones. Hablo idiomas, conduzco cualquier cosa que me pongas delante, y se me da bien hacer ‘teatro’.

Desde la ficción, ¿qué detective le cautivó más profundamente?
–Soy de la escuela americana: Sam Spade o Philip Marlowe, la escuela de Bogart. Pero recuerdo a uno con especial cariño: Mike Hammer, era una serie moderna que reproducía los estereotipos del cine clásico.

De entre los estereotipos que persiguen a su profesión, ¿cuál es real y cuál forma parte de la mitología?
–La mitología dice que trabajamos entre el bien y el mal y se nos compra con dinero para cualquier cosa. Pero somos profesionales habilitados y trabajamos dentro del marco legal. Sin embargo, esta profesión tiene algunos tópicos reales, por ejemplo todos tenemos ese caso sin resolver que crees que podrías haber hecho más, a pesar de que hiciste muchísimo.

¿La audacia, el ingenio y la facilidad de palabra son necesarios para desenvolverse en este gremio?
–Sin ninguna duda.

¿Definiría su trabajo como surrealista, trepidante o rutinario?
–Surrealista y trepidante sí, siempre, nunca sabes cuál es la pretensión del cliente, ni cómo te va a plantear el caso.

¿Alguna vez ha pasado miedo en un servicio?
–Claro, incluso he recibido agresiones. En una ocasión me acerqué demasiado a vigilar un sitio    y me encontré con problemas.

¿El ser humano es mentiroso por naturaleza?
–Sí, hay estudios que afirman que todos mentimos varias veces al día. Una mentira al fin y al cabo es como una pistola, depende de quien la tenga cumple una función social o un delito.

¿El mejor detective es el que pasa desapercibido?
–Es fundamental, soy formador en diferentes universidades y una de las cosas que suelo decirles es que para ocultarte no tienes que disfrazarte sino pasar inadvertido.

¿Ha rechazado algún caso?
–Sí, alguna vez me han planteado casos en los que no existía legitimidad y los he rechazado.

¿Es difícil no llevarse el trabajo a casa?
–Es imposible, esta profesión te condiciona toda tu vida.