Toni Aloy, Biel Cerdà y Johnny Moloney, los socios de Ca n’Eduardo.

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Se suele decir que un negocio es como un hijo: se le dedica mucho tiempo, esfuerzo y cariño, y sus alegrías y tristezas pasan a ser propias. Pero, sin duda, lo más satisfactorio es ver cómo es capaz de superar el paso del tiempo alcanzando sus objetivos. El restaurante Ca n’Eduardo, en la Llotja des Peix de Palma, celebró este miércoles por la tarde su 80 aniversario con una animada fiesta a la que asistieron amigos, proveedores y clientes habituales.

«Llegar a los 80 años es un logro impresionante, pero no nos olvidamos de la familia Carrasco, que ha llevado el restaurante durante tanto tiempo. Pensamos que gestionamos Ca n’Eduardo, es decir, nos dedicamos a mantener su legado. Y si no estamos nosotros y llega otra persona, ocurrirá lo mismo», explica el chef Johnny Moloney, uno de los socios desde 2009 y el actual gerente del restaurante.
A las 18.30 horas llegaron los primeros invitados a la celebración y, poco después, en el restaurante no cabía un alfiler. Los más de 500 invitados disfrutaron de una cena de canapés, soplaron las velas y brindaron por Ca n’Eduardo, todo ello amenizado por la música de Isla Paradiso, el sexteto de Paco Colombàs, así como por algunos estudiantes de la Escola de Música Municipal de Palma.

Ca n’Eduardo fue fundado en junio de 1943 por la familia Carrasco. Desde entonces, la cocina mediterránea es el emblema del restaurante, bien conocido por ofrecer mariscos y pescados frescos de máxima calidad. Sus propietarios se enorgullecen de que, a lo largo de su larga historia, exceptuando algunos meses de la pandemia, el establecimiento ha permanecido siempre abierto.
Ocho décadas son palabras mayores, y para Moloney el éxito del restaurante radica en diferentes aspectos: «La restauración es una combinación de muchas cosas; aunque la comida es muy importante, no lo es todo. Importa el servicio, el entorno y la localización, el trato al cliente. Debe sentirse como en casa para disfrutar de las dos o tres horas que puede estar en el restaurante», sostiene Moloney, que también destaca la fidelización de los clientes.

«En la historia de un restaurante que tiene 80 años, no todo es color de rosa. Tiene sus altibajos. Pero cuando la gente se siente cómoda en un restaurante, crea recuerdos. Tenemos clientes que ya venían con sus padres o abuelos y se acuerdan de dónde se sentaron, o de qué comieron hace veinte años. Es una forma de volver a ese recuerdo», razona Moloney. Alcanzado un objetivo, la vista se pone en el siguiente, y en este restaurante tienen claro cuál es su meta: «En un restaurante siempre se mira a corto plazo, y ya pensamos en la semana que viene, y en el próximo mes. Pero a largo plazo está claro que nos gustaría estar aquí para cumplir el centenario. Con la edad que tenemos es difícil, pero no imposible. Y el reto es mantener Ca n’Eduardo como un restaurante emblemático de Palma y, lo más importante, que la gente coma bien y disfrute de estar aquí», concluye Moloney.