El humorista Carles Sans, en plena forma sobre los escenarios.

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Llevaba cuarenta años actuando en el más absoluto silencio y ahora se destapa con una catarata de anécdotas. Solo sobre el escenario, apeado de El Tricicle, un proyecto en pausa indefinida, Carles Sans (Badalona, 1955) desgrana las mejores anécdotas de su trayectoria, de aquellos años en los que para conquistar a la audiencia no precisaba más atrezzo que su gestualidad y la convicción de que se podía hacer humor de cualquier cosa. Por fin solo es su debut en solitario, aunque en realidad lo hace acompañado de una divertida galería de personajes, protagonistas de un memorable anecdotario que pone en solfa su enorme vis humorística. Trui Teatre acogerá el próximo 11 de marzo, a partir de las 20.30, al showman catalán.

Imagino que ha reído mucho preparando el material, pero: ¿se le ha escapado alguna lagrimita?
–La verdad es que en mi interior se removieron muchos sentimientos. Ahora con el espectáculo en marcha estoy encantado, está funcionando muy bien, he conseguido superar la barrera del humor gestual.

Vivimos un momento de crisis global: de valores, económica, moral… ¿Es ahora cuando la gente necesita reír más que nunca?
–Sí, fíjate que en el siglo veintiuno no han dejado de pasarnos desgracias... yo siempre digo que imagina si la risa es necesaria que hay gente dispuesta a pagar por reírse.

¿Es más complicado invocar la risa con gestos o palabras?
–Sin duda alguna es bastante más complicado el humor gestual, la palabra tiene posibilidades infinitas.

¿Cuál es la anécdota infalible de su espectáculo?
–Tengo que confesar que puse un regidor para que contara las veces que el público se ríe en el espectáculo... y salieron cuatrocientas y pico. Esto quiere decir que la gente ríe entre cuatro y cinco veces por minuto, así que es muy difícil decir cual es la anécdota infalible, yo lo que veo es que el público no para de reírse todo el rato.

¿Ha notado si algunas anécdotas conectan más con el público en función de su localización geográfica?
–No, porque es un humor común con todo, empecé haciéndolo en catalán y luego lo pasé al castellano y no he notado diferencias.

Sé que es un gran barcelonista, ¿su espectáculo incorpora alguna anécdota sobre el Barça? A menudo coincidían actuaciones de El Tricicle con hitos importantes del equipo …
–(Risas) ¡Era odioso! Te juro que llegamos a pensar que la Liga de Fútbol Profesional consultaba nuestras funciones para hacerlas coincidir con los partidos del Barça. Al final decidimos llevar siempre con nosotros un televisor, lo montábamos entre bambalinas y entre cambios de vestuario echábamos un vistazo. Solamente eran diez o quince segundos, pero teníamos tan mala suerte que siempre que nos asomábamos estaban dando publicidad o la repetición de una jugada, qué rabia… Por suerte el regidor siempre que marcaba el Barça nos avisaba con gestos. Pero no, no hay ninguna anécdota sobre el Barça.

¿Alguna anécdota ha quedado fuera del espectáculo por su incorrección política?
–Alguna sí... es mejor no meterse en según qué jardines para evitar la polémica.

¿No cree que esta sociedad se está pasando a la hora de ponerle límites al humor?
–Sí, y además los que suelen ofenderse son los que mandan. Luego las corrientes de opinión son tan potentes que te arrastran, y en este mundillo si caes en desgracia estás fastidiado.

Pues yo siempre he pensado que hacer reír requiere de una perspectiva subversiva…
–Estoy absolutamente de acuerdo. Creo que se puede abordar casi todo con humor, pero, como te digo, ahora hay que ir con mucho cuidado.

‘La mejor improvisación es la fingida’, decía Groucho Marx, ¿está de acuerdo?
–No soy partidario de improvisar, recuerdo que tenía un profesor que decía que la improvisación no se improvisa. Y en mi caso, si el show funciona creo que es mejor no tocarlo, porque improvisar no deja de ser un riesgo…

Aunque sea un monólogo, imagino que la gestualidad desempeña un papel relevante.
–Absolutamente, es una de las claves además de las anécdotas, todas reales, por cierto. Decía Josep Pla que lo que más le gustaba de las historias es la anécdota que hay detrás. Las mías las explico ayudándome en la gestualidad y funcionan muy bien.

Para John Cleese el humor es un ‘caos emocional envuelto de tranquilidad’, ¿como describiría usted su forma de vida?
–No concibo mi vida sin el humor, aunque debo reconocer que no soy precisamente de esos humoristas que son constantemente chistosos, a veces soy un poco distante.

¿Conoce algún político que tenga madera de humorista?
–No. Conozco pocos, alguno es simpático pero no como para ganarse la vida como humorista.

¿Habría sido muy aburrida su vida de no haberse dedicado al humor?
–Seguro, muchísimo, piense que iba para abogado, así que, como decía Cruyff ‘no hace falta ‘disir’ más’…