La sevillana Silvia Villaú caracterizada del niño que no quiso crecer.

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¿Qué significa ser maduro? Peter Pan, el personaje creado por James Matthew Barrie, se resiste a crecer y es precisamente su incapacidad para madurar sobre la que se construye el Síndrome de Peter Pan. Una patología que alude a esas personas que han decidido mantenerse en una infancia psicológica, una especie de carpe diem mal entendido que les inmuniza de la vida. No sé a Silvia Villaú, protagonista de Peter Pan, el musical, pero a mí me parece un planazo. Aunque no me hagan mucho caso, llevo veinte años viviendo en 1999… El resto tiene una cita en el Auditòrium de Palma del 10 al 12 de febrero.

Antes de enfundarse el personaje, ¿qué significaba Peter Pan para usted?
–Desde pequeña he sido muy fan de los cuentos y Peter Pan era de los que más me gustaban.

¿Qué valora más de su caracterización: lo que quiere contar o cómo lo cuenta?
–En realidad las dos. Primero lo que queremos contar, que es una historia repleta de valores, pero al ser un musical el cómo lo contamos es muy bonito y llamativo.

¿Qué aprendió del personaje que le acompañará el resto de su vida?
–Afrontar los retos, porque soy una chica muy femenina, muy princesita, y para mí hacer un personaje masculino fue un shock. Así que todo el trabajo corporal, de movimiento, para asimilar bien el personaje fue muy duro. Ha sido una satisfacción personal poder sacar de mí la fuerza para hacer este personaje.

¿Qué tiene en común con Peter Pan?
–Creo que la picaresca del personaje, es muy bromista y nada aprensivo, nunca se viene abajo por un problema, y yo también soy muy alegre. Me identifico totalmente con él.

Steven Spielberg reconoció que le costó madurar porque padece el síndrome de Peter Pan, ¿es un drama ser un niño eterno?
–Creo que no. De hecho yo trato de mantener vivo el niño que llevo dentro. El positivismo de los pequeños es elogiable, es importante no perder la ilusión por las cosas.

Trabajó en el musical Jekyll and Hyde, un personaje que como Peter Pan se debate en una interesante dicotomía…
–Sí, tienen esa ductilidad, uno se debate entre el bien y el mal y el otro entre el mundo adulto y la necesidad de ser un niño para siempre. Son la constatación de que en esta vida siempre hay que elegir un camino.

¿Cuál es su doble lectura favorita del montaje?
–Vuelvo a incidir en la idea de no perder la ilusión, así como los valores que inculca de amistad y vivir con positivismo. Es un clásico.

Y los clásicos siempre serán modernos...
–Claro. Ha marcado a los padres y ahora a los niños, es un bucle con unos valores que están muy vigentes.

Gloria Fuertes decía que ‘la fantasía acaricia y, sobre todo, pellizca’, ¿comparte su reflexión?
–Por supuesto, me gusta mucho esa cita.

¿Qué es lo que más llama la atención del público que va al musical?
–Todo. El ambiente, los efectos especiales, la coreografía, la música… ¡es que es mágico!

¿Cuál es su rutina para sobrellevar todas estas funciones frenéticas?
–Me gustaría ser más metódica, ya son 16 años haciendo el personaje y está muy metido en mí, antes necesitaba ejercicios pero ahora me sale más automático.

Se tacha de patología el síndrome de Peter Pan, pero ¿no será el resto quien está enfermo?
–Si te quedas con la parte positiva es una buena forma de afrontar la vida. Aunque eso no quita que debemos asumir nuestras responsabilidades adultas.