Gisela en su estudio.

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Hablamos con la pintora alemana afincada en Mallorca Gisela Hammer, que el 20 de los corrientes expone en el claustro del convento de Benediktbeuern, en Bavaria. Y hablamos con ella estando ya en Alemania, en el claustro, montando la exposición de cuarenta obras referentes a temas que le llegan al alma, a la que ha titulado Queremos vivir, que engloba el caos, la huida, África, la esperanza y la confianza, «que son elementos que me han conmovido y preocupado en los últimos años», señala la artista.

Ha levantado expectación

La exposición, que permanecerá abierta al público hasta el día 26 de febrero, ha levantado una gran expectación. Vamos, que la artista, avant match, está contenta y satisfecha por la acogida que va a tener. O al menos eso es lo que intuimos a través de la corta conversación telefónica que mantenemos.

«Las guerras, el caos y la desesperanza económica obligan a interminables corrientes de refugiados con la esperanza de una vida segura y mejor. Más recientemente, todo culminó con la cruel guerra de Ucrania. Los informes diarios de los medios de comunicación, pero también los libros de personas que han escrito sus experiencias de huida, no me dejan en paz. Por eso tengo que pintar todo esto, ponerlo en un lienzo, reflejando de este modo las emociones que brotan de lo más profundo de mi ser, puesto que, con todos mis sentidos, me meto en la piel de la persona y en la situación que está viviendo, logrando que a través de mis obras esa realidad se convierta en realidad emocional».

También África

Lo mismo le ha ocurrido cuando ha visitado África, «un continente para mí un tanto misterioso, del que he guardado las impresiones que he percibido de él en lo más profundo de mi ser, especialmente de las mujeres, que son el soporte de la carga principal de la vida cotidiana, pues ellas recogen la leña, van a buscar agua, cuidan de los niños, cocinan, cultivan los campos, mantienen el orden en la cabaña que habitan. Por otra parte, también me impresiona su despreocupada alegría de vivir, su orgullo, su dignidad natural y su curiosidad por vivir el hoy, porque mañana, piensan, será otro día. Eso sin olvidar la gran alegría que supone la curiosidad que hay entre los niños por la vida, que es como la que sienten los niños en cualquier parte del mundo. ¿Y qué hago yo, como artista...? Pues proceso intuitivamente todos estos mensajes en testimonios comprimidos plasmados sobre el lienzo. De este modo –apostilla– se convierten en mi realidad subjetiva, con la conciencia de no perder nunca la esperanza y seguir confiando».

¡Aleluya!

Lo decimos porque, ¡por fin! Emaya está arreglando la acera de Vía Alemania que hay frente a los juzgados. Y no solo repara el hundimiento de parte de la misma, lo cual obligó a vallar el espacio durante más de dos meses, ¡más de 60 días!, sino que, de paso, y ya puestos, le han echado un vistazo al estado de las tuberías que hay por debajo... ¡Y a otra cosa mariposa! Queremos decir que han reparado la parte de la acera que estaba en mal estado. Y todos contentos, sobre todo los vecinos y quienes a diario pasamos por ahí. Pero, ¿cómo es posible que ante algo tan evidente como es eso, se tarde tanto en repararlo?

¿Por qué tanto retraso?

¿Por qué de pronto una obra se detiene, y pasan las semanas y los meses, y sigue detenida, con todo desparramado por en medio, como está ocurriendo con las que están haciendo debajo de la muralla del Baluard del Príncep? Porque, si lo que se pretende es tener una ciudad bonita y bien conservada, lo suyo es hacer las obras correspondientes y terminarlas cuanto antes, ¿no? Lo mismo decimos respecto a las esculturas del Passeig Mallorca –cuyo caso denunciamos hace unas semanas–, a las que ni les han puesto el nombre de sus autores, ni han quitado las pintadas que tienen algunas, ni les han pegado un manguerazo para limpiarlas, ni han podado las ramas de los árboles que impiden verlas en su totalidad… Pues, ¡qué pena, ¿no?!