Ari Molina, presidente de la Comunidad Judía de las Iles Balears, en la sinagoga de Palma. | miquel a. canellas

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Decía Charles Chaplin que si hay algo tan inevitable como la vida es la muerte. Precisamente en las horas siguientes al deceso emerge de la tradición judía la figura del Shomer, o eso nos explica Keith Thomas en su cinta The Vigil. En realidad, Shomer es un término con innumerables acepciones que podrían resumirse como «proteger y preservar». El cineasta toma esa base como punto de partida en su opera prima, una estimulante cinta incluida con notable éxito en la plataforma Prime Video que, paradójicamente, cosechó un discreto paso por la cartelera.

Thomas pervierte la tradición hebrea configurando su propio relato en torno al Shomer. Lo confirma Ari Molina, presidente de la Comunidad Judía de las Illes Balears (CJIB): «La palabra Shomer es polivalente, hay muchos Shomer... está el Shomer Shabbat, que cuida estrictamente las leyes del Shabbat; el Shomer Kosher, que hace lo propio con el tema de la comida; y en cuanto a los funerales hay una persona que vela por el cumplimiento de las normas. Shomer es un término que podemos aplicar en aquellos aspectos que de alguna forma exijan un cuidado».

Centrados en el Shomer ‘nocturno’, una figura que el experto asegura que «no existe como tal», cabe regresar a la cinta para contrastar realidad y ficción. The Vigil sitúa el foco sobre un joven que, tras aceptar convertirse en Shomer ‘nocturno’, ejerce de vigía de un cadáver en la silente noche a la espera del sepelio. Ignora que se enfrenta a un enorme reto de fe cuyo desenlace, para evitar spoilers, no desvelaremos aquí.

De verbo rico y hablar pausado, a Molina se le entiende todo. Nos recibe en la coqueta sinagoga de Palma, y al ser cuestionado por el Shomer ‘nocturno’ afirma que en la tradición judía «no suelen hacerse velatorios nocturnos, ya que una vez fallecido el cuerpo se entierra con la mayor diligencia posible». Primer tópico desarticulado. De la mano de Molina, el fascinante imaginario hebreo, del que me confieso un completo ignorante, se abre ante mí como un libro articulado que deja boquiabierto a un niño.

Durante un buen rato seguimos orbitando las diferentes acepciones del Shomer, todas ellas alejadas del trato morboso que le confiere la película, en la que incluso lo presentan como un guardián para ahuyentar a los malos espíritus, y «para nada es así», afirma Ari mientras niega con la cabeza. Nuevamente el cine vuelve a hacer un flaco favor a la realidad. Más acertada fue la aproximación al Shomer perpetrada por los hermanos Coen en El gran Lebowski, uno de los grandes picos cinematográficos de la cultura pop del siglo XX. Les recomiendo la secuencia en la que John Goodman proclama desairado que la liga de bolos no puede disputarse en sábado porque es Shomer Shabbat. ¡Grande!