El equipo en el refugio Jóse Rivas a 4.800 metros (Cotopatxi). Xisco Carrió, Enrique del Toro, Carlos Prieto, Manuel Calapiña, Gabriel Cuadrado y Fabián Chuto (guía jefe).

TW
1

Aterrizar en un país lejano y exótico es apasionante, pero nuestra arribada a Ecuador fue aún más emocionante porque llegábamos en un marco completamente imprevisto. La expedición la componíamos los mallorquines Enrique del Toro, Xisco Carrió y José Carlos Prieto más el salmantino Gabriel Cuadrado, y tenía un objetivo claro: alcanzar la cumbre del volcán Chimborazo, el punto de la superficie terrestre más próximo al Sol, para visibilizar el trabajo de Mallorca Sense Fam. Pero cuando faltaba poco más de un mes para nuestra partida se había producido una gigantesca avalancha que había sepultado a trece montañeros falleciendo siete de ellos. Las autoridades cerraron el Chimborazo y así seguía. A ningún montañero le gusta abandonar un objetivo planificado, pero Ecuador ofrece cuatro montañas que rozan los seis mil metros, algunas más complicadas y bonitas que el Chimborazo.

En Ecuador las ascensiones se apartan del estilo ‘expedición’ que suele usarse en alta montaña y que consiste en ir ascendiendo en etapas sucesivas que permiten ir aclimatando hasta que se hace cima. La razón es sencilla, las grandes montañas suelen estar alejadas de los núcleos de población, pero este no es el caso de Ecuador que está recorrido por enormes volcanes que superan los cinco mil metros. Se trata de ir haciendo cumbre en diferentes montañas, cada vez de mayor altura con algún día de descanso hasta que tienes la aclimatación suficiente para afrontar el asalto a la cima objetivo sea el volcán Chimborazo o cualquiera de los gigantes ecuatorianos. Mucho más divertido, pero absolutamente extenuante.

Optamos por consultar la decisión con nuestro guía local, Fabián Chuto, que se había ofrecido para recogernos. Fabián pertenece a las comunidades, que es la forma ortodoxa en Ecuador de decir que es un descendiente de los pueblos autóctonos americanos. Por lo que a nosotros respecta y después de haber escalado en los Himalayas, los Alpes, Pirineos, Atlas, etc. Fabián Chuto está entre los guía más capaces, concienciados y agradables con los que hemos trabajado. El equipo lo completa Christian Toapanta, el conductor de la buseta, un pequeño autobús todoterreno de quince plazas que permite hacer las aproximaciones por zonas de difícil acceso.

Con la pancarta de Ultima Hora.

Quito está a casi tres mil metros y pasear por sus elevadas cuestas es todo un ejercicio de aclimatación. Es una ciudad preciosa en la que según los quiteños puedes experimentar las cuatro estaciones del año en un mismo día. Al día siguiente no hace falta madrugar mucho. Tenemos previsto ascender el Rucu Pichincha (4.700 mts) que es una de las montañas que rodea la ciudad. La ascensión es larga y finaliza con un tramo relativamente difícil que se va complicando porque encontramos frío y agua nieve. Aunque lo que realmente nos mina la moral es la facilidad con la que ascienden los ecuatorianos y algún turista de avanzada edad. La explicación es sencilla, ellos están aclimatados, nosotros no.

El tercer día nos espera el Pasochoa, posiblemente la ascensión más sencilla. Dejamos Quito en la buseta para cubrir los 60 km que nos separan de la base del Pasochoa. A seis kilómetros del punto de inicio el camino comienza a complicarse por las lluvias, poco después se vuelve intransitable y tenemos que abandonar la buseta. Hay que añadir esta distancia a la ascensión. El Pasochoa destaca por tener una vegetación alta que nos dificulta la marcha. Completamos la ascensión sin problemas y llegamos con tiempo a la hostería La Llovizna, en El Chaupi, que sorprende por su ambiente familiar. Fabián nos informa de que el Chimborazo continúa cerrado y que siguen aún tres cuerpos sin aparecer.

El siguiente en el plan es el volcán Corazón con sus 4.800 metros. Son catorce kilómetros de ascensión (más el regreso) y para alcanzar la cumbre hay que superar una complicada arista rocosa. Exige equipación de montaña para la parte final y los engorrosos trastos de lluvia durante toda la subida que siempre está cubierta por las nubes. Esta ascensión ya es muy larga y físicamente exigente. Se van sucediendo las falsas cumbres. El último tramo hace necesario grimpar y utilizar las manos con frecuencia. Hacemos cumbre entre la niebla e iniciamos con rapidez el largo descenso.

Ascenso cumbre Cotopatxi.

Como cada noche, preguntamos a Fabián si hay novedades en el Chimborazo. Se ha recuperado un cadáver y el parque continúa cerrado. Nos propone cambiar de objetivo. El Cotopaxi es una montaña mucho más reconocida entre los montañeros ecuatorianos, nos explica. Su ascensión es muy exigente porque el tramo final es una larguísima pendiente muy vertical y su cumbre, con la característica boca de volcán, es única en el mundo. Fabián recibe una llamada informándole de un problema familiar. Nos ofrece la posibilidad de tratar de localizar otro guía o tomar un par de días de descanso en Baños de Agua Santa antes de la siguiente ascensión. Baños de Agua Santa toma su nombre de las aguas termales, pero hoy es más popular por haberse convertido en un auténtico parque temático de aventura. De allí parten las expediciones que se internan en la cuenca amazónica y también las que ascienden el volcán Tungurahua. Allí se encuentran algunas de las cataratas más altas del mundo.

En compañía de coyotes

A la mañana siguiente partimos hacia el siguiente reto: el volcán Illiniza y sus 5.126 metros. Tiene dos cumbres y optamos por hacer la Norte que es menos técnica pero más exigente. Requiere un mínimo de dos días con pernocta en el refugio Nuevos Horizontes a 4.700 metros. La aproximación al refugio la hacemos en medio de una espesa niebla ya que a partir de media mañana las nubes cubren la montaña. A mitad de la ascensión nos adelanta velozmente un montañero. Es el guardián del refugio que sube para preparar nuestra cena. El último tramo lo hacemos escoltados por varios coyotes. Son amigables porque el guardián los alimenta con los restos de la cena, una sopa de pollo deliciosa y recuperadora.

Al día siguiente iniciamos la ascensión muy de madrugada. Es una montaña perfecta para entrenar. La cumbre es pequeñísima y pasamos serios apuros para hacernos una foto juntos para Ultima Hora. El Chimborazo sigue cerrado, con lo que ya no queda más remedio que modificar el objetivo de la expedición: escalaremos el Cotopatxi. Partimos hacia el Parque Nacional de Cotopatxi. El recorrido nos regala unas vistas impresionantes del volcán que asustan ya que se ve muy, muy vertical.

El reto

La ascensión al Cotopatxi está diseñada para hacerse también en dos días. Dos duros y extenuantes días. El primero la ruta alterna lava y nieve. Ofrece dos posibilidades de ascenso: una ruta más tradicional montañera que avanza en zigzag con desniveles racionales y la ruta que han abierto los valientes que avanza casi completamente recta montaña arriba con un tremendo desnivel. Peinamos canas por lo que optamos por la primera, y nos dirigimos al refugio José Ribas (4.800 m). Se nota la altura, hace frío extremo y cualquier movimiento exige mucho esfuerzo. A la una de la madrugada todo el mundo está en pie. Se percibe el ajetreo nervioso de los días de cumbre y las cordadas salen ya equipadas para ascenso sobre glaciar desde el refugio. Después de un par de zigzag iniciamos el tránsito de una arista infinita y empinadísima.

Es tan vertical que al mirar hacia arriba justo sobre nuestras cabezas divisamos unas estrellas que no son estrellas, son los frontales de otra cordada que está culminando la arista. Se van sucediendo las pendientes de entre 35 y 45 grados de inclinación hasta que llegamos a la cumbre al borde del agotamiento. Está amaneciendo y el espectáculo no tiene igual. Por un lado, tenemos las vistas del cráter del Cotopatxi, por el resto la famosa ‘avenida de los volcanes’. Cuando miramos hacia cualquier otra parte que no sea el cráter vemos un lecho de nubes que forman una avenida en la que sobresalen las cumbres de los altísimos volcanes ecuatorianos. Sacamos las pancartas de Ultima Hora y de Mallorca Sense Fam para inmortalizar el momento. Estamos en la cumbre del Cotopatxi, a 5.897 metros, hemos conseguido nuestro objetivo y vamos entrando en un club exclusivo a medida que hacemos cumbres cada vez más altas.