Imagen de una actuación estival de Llampuga amb pebres. | Llampuga amb pebres

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Dos mujeres en un terreno dominado tradicionalmente por hombres. Masé Jara y Rosa Garcias tienen muchos puntos en común: son jóvenes, cantantes y músicos con formación musical superior en Palma y Barcelona. Curiosamente, se han integrado en dos bandas de havaneres de la Isla, un género musical normalmente copado por hombres y que suele gustar más a la gente mayor. Además, y para rizar el rizo, ambas formaciones están unidas por lazos de sangre. Acompáñennos a conocer las raíces de un estilo musical que nació en Cuba y llegó a España en el siglo XIX a través de las relaciones comerciales con la entonces colonia, situada a más de 7.500 kilómetros de aquí, y con fuerte raigambre en la actualidad en Mallorca, Catalunya, Valencia, así como en Asturias o el País Vasco.

Rosa Garcias tiene 25 años y ha mamado la música desde pequeña: su padre es pianista, su hermano estudia la carrera de trombón y sus cuatro primos son músicos también. Lleva siete años viviendo en Barcelona, ciudad en la que ha estudiado flauta travesera en el Conservatorio, y ahora cursa el grado de Magisterio con la intención futura de enseñar música a niños pequeños. Comenzó a colaborar esporádicamente con el grupo de havaneres Arpellots porque su padre es miembro de la formación, pero le gustó tanto la experiencia, que ya es una más en el grupo, a cuyos integrantes conoce desde la más tierna infancia.

Rosa Garcias, cantante y percusionista de la banda de 'havaneres', Arpellots.

Tomás Martínez, uno de los fundadores de esta banda que nació hace ya 28 años cuando varios miembros de la coral de Sant Jordi empezaron a interesarse por las havaneres, explica que «Rosa aporta mucho al grupo al tener una voz muy diferente, que pasa por encima de todos y llama la atención de los espectadores; además, Rosa también es la percusionista de Arpellots», al tiempo que señala que el nombre de la banda viene de un instrumento para cavar la tierra, «que viene que ni al pelo para un grupo de havaneres que procede de Sant Jordi, o lo que es lo mismo, de tierra adentro, cuando este género musical siempre ha estado ligado al mar y a los marineros».

«Quizá por eso –apunta Rosa Garcias– siempre ha sido un género muy masculinizado, pero en el que las mujeres empezamos a hacernos un hueco», mientras que confiesa que disfruta interpretando este tipo de música porque ofrece múltiples posibilidades de hacer voces uno encima del otro, y si estás en un grupo tan cohesionado, te sientes como en casa».

Actuación del grupo Arpellots.

Y si Arpellots son los veteranos en este género, Llampuga amb pebres son sus herederos, ya que muchos de sus componentes son hijos de aquellos. En esta banda de havaneres toca el contrabajo y canta Masé Jara, otra mallorquina, que ha estudiado el grado superior de canto-jazz y como segundo instrumento eligió el contrabajo en el Conservatorio de Palma. Ha llegado hace unos meses a la formación, pero disfruta con cada ensayo. «Es muy diferente a lo que he hecho hasta ahora. Ensayan dos canciones y se ponen a comer, a hablar y a disfrutar de la compañía mutua. Sin olvidar que en los conciertos son músicos pero también actores: cantan, actúan, sacan el pa amb oli... La verdad es que somos dignos de ver; un soplo de aire fresco», dice riendo.

Masé Jara, contrabajo y cantante de Llampuga amb pebres.

¿Por qué le gustan las havaneres? Jara lo tiene claro: «Es un género anacrónico. Algunas canciones pueden sonar machistas y racistas, vienen de otra época. Pero es un placer ese tono desenfadado, la libertad de sus imperfecciones. Viniendo de un ambiente tan académico, es muy relajante».