Aunque sigue en el mundo de la moda, Fede se vuelca en la música. | Esteban Mercer

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Llegó a Mallorca desde Mar del Plata con 14 años, y comenzó a vivir experiencias que si no estuvieran documentadas parecerían sacadas de una fantasía infantil. Sin embargo este argentino de aspecto nórdico, futbolista vocacional, se convirtió en modelo con categoría de top, llegando a ser durante tres años el chico preferido del mismísimo Giorgio Armani, de quien fue imagen. Trabajó con los mejores hasta descubrir que su verdadera pasión es la música. Fede, enamorado de la nieta del propietario de Son Net, David Stein, acaba de sacar su nuevo single que lleva por título Tu.

Usted, como todos los argentinos, iba para futbolista…
–Sí, pero me quemaron con solo 17 años. Tuve malas experiencias con varios entrenadores y entendí que había que dejarlo. Lo pasé mal, mis padres lo vieron desde el principio, y para despejarme me llevaron de rebajas a Barcelona y cuando paseábamos por Paseo de Gracia me paró un señor y me ofreció trabajar de modelo. Acepté y todo comenzó a fluir, tanto que al mes ya estaba trabajando en Milán con la mejor agencia, la que lleva a los top. Firmé a la primera y rápidamente tuve clientes importantes.

Hay que tener algo especial para que le elijan a uno a la primera para formar parte de una agencia.
–Sin duda, los agentes tienen el ojo educado para descubrir qué hay detrás de un físico bello. No les basta la perfección, buscan algo más. El mundo de la moda es muy curioso y a veces difícil de entender. En Milán estuve tres meses viviendo con más modelos, con gente que no conocía y siendo un niño. Allí tuve que madurar a marchas forzadas. Fui al cásting de Armani, éramos 4.000 modelos, y me seleccionaron para el último, en el que quedábamos ciento y pico. Pasé a la tercera ronda, que implica hacer los encuentros y ver cómo queda la ropa y fue ahí donde me vio Giorgio y dijo que quería que fuera su modelo exclusivo. Fue increíble, no tuve que trabajar para ninguna otra marca.

Ni más ni menos que Armani…
–Así fue como empecé. Cada día iba a su spa, trabajaba en su showroom, hice la campaña Armani Jeans, la de sus gafas, abrí y cerré sus desfiles. Un sueño para cualquiera. Dese cuenta que estamos hablando de un grande entre los grandes. Cuando aparecía todos se ponían en pie. Fue una experiencia increíble y me siento muy afortunado por haberlo vivido. Es curioso, pero en aquel momento no le daba tanta importancia. El caso es que a raíz de eso me contactaron las mejores agencias de Nueva York. Y para allá que me fui.

¿En cuánto tiempo le cambió la vida?, en muy poco ¿no?
–En cinco meses. Desde que me fui a Barcelona hundido porque había acabado mi carrera en el fútbol a verme solicitado por los mejores agentes del mundo, los que llevan a los top de verdad, pasó nada de tiempo. Gracias a Dios mis padres me apoyaron y saben que soy afortunado.

Habrá conocido a gente increíble…
–A Nueva York llegué con solo 19 años, sin hablar inglés y con poco dinero. Llegué a Brooklyn asustadísimo, me puse a llorar, lo reconozco. Vivíamos 25 modelos recién llegados en un solo apartamento. No se gestionaron bien las llegadas, al parecer. Finalmente nos colocaron en un piso vacío y así hice mis primeros cástings. Siete el primer día. Recuerdo que el primero fue en Times Square. Flipé, pensé que estaba en una película. El caso es que de un cásting a otro paro en un quiosco y veo mi cara en la portada de una revista importantísima, Catwalk Magazine. Llamé a mi madre y le dije que creía que era famoso. En ese instante comenzaron a llegarme mensajes de muchos amigos de la moda felicitándome. La revista costaba 123 dólares, y no los tenía encima. No la pude comprar, porque si la compraba no podía comer. No la tengo, es increíble. Tengo la foto que me hice con ella, pero para que vean ustedes que lo que se ve, o se intuye, poco tiene que ver con la realidad. Acababa de comenzar y los trabajos se pagan a 90 días. O más.

¿Ha tenido proposiciones deshonestas…?
–Solo una o dos. Hay que saber decir no, elegir. Respeto todo, pero me asusta que hoy día mucha gente se vende por dinero con toda naturalidad y me parece terrible. La moda siempre la utilicé como un trampolín para llegar a la música, que es donde quiero triunfar de verdad. Y en esas estoy.

¿Sigue haciendo moda?
–Si sale algo bonito, lo hago. Mi primer desfile fue para Armani, tengo el listón alto. Trabajaba con Sean O’Pry, Jon Kortajarena. Estoy demasiado fuerte, he desarrollado demasiado mis músculos y eso no se lleva. Debería adelgazar, pero lo mío es la música. Y fue en NY donde comencé gracias a la ayuda de mi mánager, que me presentó a unos productores fantásticos. Me escucharon y les gusté. Pero en dos semanas no supe nada hasta que un día sonó el teléfono para anunciarme que al día siguiente volábamos a Nashville, que es donde están los grandes estudios de grabación.

Hablemos de su música...
–Grabar en estudio fue mi felicidad máxima. Ahí descubrí mi auténtica vocación, lo que yo quería. Ni Armani, ni nada, solo la música. Lo noté dentro de mí, canté y me sentí grande. Piense que estaba trabajando con los mismos que descubrieron a los Back Street Boys. Ellos me han colocado en ese escaloncito que me queda por subir para estar arriba. Hoy día triunfar en la música necesita de una gran inversión económica, no es fácil. Las carreras están diseñadas y ahora estoy ya con la gente adecuada que me llevará donde ha de llevarme. Quiero ser algo grande.

¿Sabe el precio que se paga?
–No lo he vivido, todavía, pero estoy dispuesto a pagar. Me han contado de la locura que genera el éxito, pero quiero vivirla, sentirla. Lucharé desde ya, marcho a México para trabajar desde ahí. Es un enorme mercado, porque quedarme en Mallorca es imposible. Dejar el paraíso para perseguir un sueño. Sé que quiero ser cantante internacional, lo sueño cada noche.