Desde hace cuatro meses, Veronika vive en Mallorca con su madre y dos perros. | Click

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Veronika Zubets es ucraniana, de la región de Kyiv (que es como se escribe Kiev en ucraniano). Ella vivía con su marido en el distrito de Pechersk, a unos 30 o 40 minutos en coche, en Vishgorod, de sus padres. Antes de la invasión rusa, su marido y su padre se dedicaban a los negocios y ella, que es psicóloga, tenía abierta una consulta.

Todo iba bien hasta el pasado 24 de febrero, cuando comenzó la invasión rusa, «pero, antes que eso, las hostilidades rusas contra Ucrania habían durado ocho años», señala Veronika, recordando a continuación que «ese día decidimos irnos al oeste de Ucrania, a una casa grande que tenemos allí, donde nos reunimos con familiares, entre ellos niños, abuelas y algunos amigos que llegaron con sus hijos, desde donde, mi madre y yo, y dos perros, además de otros dos coches más, con sobrinos y sus madres, acordamos viajar a Mallorca, tardando tres días. Mi marido y mi padre, que nos acompañaron hasta la frontera con Polonia, se quedaron en Ucrania para ayudar al Ejército y, dentro de lo que pudieran, seguir trabajando. ¿Qué por qué viajamos a Mallorca? Porque conocíamos la Isla, ya que desde 2016 a 2021 veníamos de vacaciones».

Desde entonces a hoy, a diario, siguen en contacto. Saben, por tanto, que las cosas allí están muy mal, cada vez peor. Sin embargo, el espíritu está alto. «Por lo que nos cuentan, y vemos, Kiev se está defendiendo muy bien de los ataques aéreos rusos y pese a su superioridad en hombres y en armamento, los están frenando y haciendo retroceder por tierra. Sin embargo, el resto del país lo está pasando muy mal: muchos muertos, muchas violaciones, muchos saqueos, mucha destrucción… Pero estamos aguantando, a la vez que damos una lección de fortaleza y unión».

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Muchos contra Ucrania

Y si la diferencia en cuanto a potencial es grande, y siempre a favor de los rusos, hay que añadir otros elementos en contra de los ucranianos. «Por una parte, los rusos están apoyados por los bielorrusos, nuestro vecinos, quienes les dan todo tipo de facilidades y ayuda logística. A ello, unamos que mercenarios de Siria y de países africanos, a cambio de dinero, apoyan a Rusia en contra nuestra. Incluso, en los últimos tiempos, Rusia la recibe de China y Turquía, y también de la región de Transnistria –situada entre Moldavia y Ucrania–, cuyo aeropuerto es una base aérea rusa. Y por si faltara poco, la Iglesia ortodoxa rusa está a favor de Rusia; incluso ha vestido a sus religiosos con uniformes militares a propósito para que bendigan tanques, misiles, cañones… Es más, en Ucrania, está la Iglesia ortodoxa ucraniana y rusa y esta no para de apoyar la causa rusa, haciendo propaganda de ella».

Cada vez estamos más unidos

Ahora mismo, la situación en Ucrania, «ante el acoso y ataque continuo de los rusos, que no respetan instalaciones civiles a la hora de bombardear, lo que origina muertes de inocentes y destrucción total de cuanto está relacionado con la cultura e historia de mi país, con la intención de hacerlas desaparecer, nos hace pensar –augura Veronika–, que esta guerra va a ser larga, porque los ucranianos, cada vez más unidos, no se van a rendir, sino todo lo contrario, se sienten más fuertes. Prueba de ello es que en muchos puntos están haciendo retroceder a los rusos». Le preguntamos qué opina de la imagen glamurosa que dieron el presidente de Ucrania y su esposa en la entrevista que concedieron a Vogue. «Pienso que se prestaron a esta entrevista porque todo lo que sea divulgar la barbarie y el horror que Rusia está cometiendo en nuestro país, es bueno, y más si lo haces a través de un medio de gran difusión, pero… Bueno, sí. La ropa que se pusieron no fue la más adecuada, y más cuando hay tanta gente que está muriendo. Quiero pensar que su intención fue la de contar, sin reparar en lo que llevaban puesto. Porque ellos son sencillos, nada glamurosos…».

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Pintaron la Z en su coche

En cuanto a la OTAN, considera que «si nos hubiera apoyado antes, no hubiéramos llegado a la situación en que estamos. Y es que nuestro país tiene muchas fronteras que vigilar y defender. Por eso, si hubiéramos contado con la ayuda de la OTAN entonces, como nos está apoyando ahora, sería distinto». Veronika, a través de su móvil, nos muestra una fotos de su coche, un BMW gris plateado, en las que se aprecia que su carrocería ha sido pintada con varias Z –para los rusos, símbolo de posesión y de dominio– de color rojo en puertas y entre los números de las matrículas. «Esto lo encontré la otra mañana… Porque por la noche, cuando lo dejé aparcado, no tenía esas Z. Se ve que lo hicieron de noche y a escondidas….». Y ella tiene claro que pintó su coche con Z algún ruso que vive en Mallorca.

«No quiero decir que todos los rusos estén en contra nuestra. Me consta que algunos, los menos, lamentan la situación de violencia y terror que la invasión rusa ha llevado a mi país, y critican por ello a Putin. Pero lo hacen en voz baja, sin comprometerse, y sin acudir a nuestras manifestaciones, apoyándonos. Pero sé también que en Mallorca hay rusos que apoyan a Putin… Rusos callados, que nunca dan la cara, pero que no son más que agentes de la propaganda rusa… Rusos que están abiertamente a favor de Putin, y que encima se quejan de que los ucranianos, en protesta, pintamos las paredes de sus casas, pero olvidándose de las masacres que su Ejército comete en nuestro país, matando niños, violando a mujeres, llevándose todo lo que pueden, dejando a la gente mayor sin hogar, destruyendo lo que encuentran a su paso, todo porque no queremos doblegarnos ante ellos… ¡Eso sí que es terrible! ¿Que les pintamos sus casas…? Yo no sé si alguien se las pinta. Pero lo que hacen ellos es peor… Porque a mí también me han pintado mi coche…», denuncia.

También –añade, tras una breve pausa– «hay otros rusos que ven lo que está pasando, pero callan. Que ven lo que están haciendo sus compatriotas, lo que está haciendo Putin en nuestro país, pero dicen que ‘esta no es mi historia’ y miran hacia otra parte, aunque en el fondo se alegran de lo que está pasando. Y encima, muchos de estos rusos se quejan de la rusofobia a la que dicen que les sometemos –Veronika esboza una sonrisa–. Yo más bien diría que lo que estamos es viviendo una ucranofobia total por su parte… «Salvo unos pocos», matiza. Por último, Veronika, que trabaja como psicóloga vía internet, atendiendo a muchos ucranianos, nos dice que ha notado que estos se sienten cada vez más fuertes y más unidos, y convencidos de que van a ganar. «Por eso, pienso que esta guerra va a durar mucho tiempo, porque nosotros no nos vamos a rendir».