Julián López ‘El Juli’: Estocada, una oreja; y pinchazo y estocada, una oreja. | Pilar Pellicer

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Los toros volvieron anoche al Coliseo Balear tras el parón de dos años provocado por la pandemia de coronavirus. El cartel, compuesto por Julián López ‘El Juli’, Cayetano y Tomás Rufo, que sustituía a Morante, animaba a acudir al coso palmesano, que casi alcanzó la media entrada.

‘El Juli’ recibió al primero de la noche con una tanda de verónicas de corte clásico y ejecutadas con la maestría de uno de los ‘grandes’ del escalafón. El diestro entendió perfectamente la lidia que necesitaba el toro y en la faena de muleta echó mano de su amplio repertorio de pases para cuajar una faena en la que sacó a relucir su enorme profesionalidad. Despachó al de Zalduendo de una estocada que el público premió con un apéndice.

No tuvo suerte con el  primero de su lote Cayetano. ‘Opíparo’, que así se llamaba, dio muestras de falta de fuerzas desde que saltó al ruedo. A pesar de la protesta del público, el presidente Fernando Corchero, asesorado por el veterinario Joan Oliver y Federico Carmona, no lo devolvió a los corrales. Cayetano hizo lo que pudo y lo mandó al desolladero de una estocada.

Tomás Rufo pisó fuerte la arena del Coliseo Balear. Recibió a su primero con dos largas y desplegó un vario repertorio de pases ante un enemigo noble. Arrancó de rodillas la faena de muleta y supo conectar con un público que vio pronto el enorme potencial de este matador. Ejecutó varias tandas de mérito con la derecha, pero falló con el acero y le escaparon los trofeos. Recibió una fuerte ovación.

Julián López ‘El Juli’ redondeó su triunfo en el segundo de su lote, un noble ejemplar de Zalduendo al que supo sacar todo el provecho el diestro. Ofreció al público una faena de kilates, con varias tandas de pases con la muleta a media altura, de gran plasticidad. Mató de un pinchazo y estocada, que fueron premiados con una oreja.

Cayetano no tuvo suerte con el quinto, que en esta ocasión, sí fue malo. Mostró una mansedumbre extrema y se metió en las tallas donde se defendió ante la insistencia del matador. A pesar de los empeños de Cayetano, la lidia fue imposible. El público recompensó la insistencia del matador con una merecida ovación.

En el que cerró plaza, el castellanomanchego Tomás Rufo supo ‘mimar’ a un oponente que también sacó a relucir su falta de fuerzas, que compensó con cierta nobleza. El diestro de Talavera elaboró una faena    en la que no faltó el tesón pare exprimir hasta el último pase del toro. Con paciencia y pisando terrenos muy cercanos, Tomás Rufo logró cuajar varias tandas de pases aseados. Como punto final, despachó al de Zalduendo de una gran estocada. Recibió como premio a su labor una oreja y hubo fuerte petición de otra, que fue denegada, con gran acierto, por la presidencia.