Nadia Babani, su hija Samah, Mac DeV, Abir Kellitou y Abril Iriani. | Pilar Pellicer

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Había una gran expectación este viernes en el Centre Flassaders, de Palma. Cualquiera diría, por la cantidad de gente, la emoción que se respira y la calidad de la exposición que han venido a ver, que las obras han sido creadas por personas que, al menos hasta hoy, no se consideran artistas. Se trata del resultado de Migrart, un proyecto impulsado por la asociación Andiara con el objetivo de «facilitar espacios de participación colectiva para que personas migrantes residentes en Palma crearan contenidos artísticos que sirvieran para expresar sus experiencias de migración y para sensibilizar a la población sobre esta realidad», señala Abril Iriani, coordinadora del proyecto junto a Abir Kellitou.

Durante cinco meses, los siete participantes, todos ellos inmigrantes de variados perfiles, edades, género y nacionalidades, han participado en un total de diez talleres. «Empezamos organizando círculos de diálogo para reflexionar en torno al proceso migratorio y después utilizamos metodologías de movimiento, expresión corporal y teatro en las que salieron muchas más cosas más allá de la palabra. Finalmente, llevamos a cabo los talleres puramente de creación artística, en los que, a partir de lo que se había trabajado en los talleres previos, cada participante pudo encontrar el canal artístico con el que se sintiera más cómodo de cara a expresarse y desarrollar las obras que finalmente hemos expuesto», detalla Iriani.

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Diferentes técnicas artísticas en las obras expuestas.

Una exposición multidisciplinar

El resultado es de lo más variado y multidisciplinar. Hay collage, acrílico, fotografía, vídeo, escultura con materiales reciclados, texto recitado... Temáticamente, a pesar de lo cerrado de la materia, hay un gran abanico de propuestas. «El detonante de mi obra fue hacerme la pregunta de por qué estoy aquí. Intentando dar una respuesta, empecé a observar que parte de mis antepasados también había migrado, y la gran sorpresa para mí fue entender que estaba repitiendo los pasos que ellos habían dado», indica por ejemplo la argentina Tatiana Tarrio. «He querido representar lo que significa para mí el ‘estar entre’ dos países, dos culturas, dos experiencias vitales, dos emociones enfrentadas, y hacer una denuncia de un problema que forma parte de mí y que es la realidad de miles de niñas: la mutilación genital femenina», explica por su parte la maliense Fatoumata.

En cambio, la nicaragüense Noelia Morales Carvajal trata de «hacer entender que juzgar a quienes emigramos es completamente injusto, que es un error etiquetarnos por llegar en un avión o en un barco ‘patera’, y que el medio que nos transporta no nos define». Por su parte, el senegalés Saliou Thiam busca «contar la historia de cómo me fui de mi pueblo hace quince años, cuando tenía trece, dejando atrás a mi familia, y de cómo he llegado donde estoy hoy». La italiana Nadia Babani reflexiona acerca de la maternidad migrante junto a su hija Samah. «¿Cómo es ser madre lejos de tu comunidad de origen, cuando tu hija aprende un idioma que tú no comprendes?», se pregunta.

El brasileño Anderson Alves tiene el objetivo de «retratar la inoperancia de la Ley de Extranjería en lo relacionado con la autorización de residencia temporal por situación de arraigo social». Y la colombiana Mac Dev llega a la conclusión de que, «si la vida solo es posible si hay movimiento, entonces vivir puede ser visto como un ejercicio migratorio compartido por la humanidad, perspectiva que nos invita a entrenar la flexibilidad del ser y a contar con actitudes fluidas para asumir con tranquilidad la aventura permanente del cambio». La exposición puede visitarse virtualmente a través de la web y las redes sociales de Andiara.