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A lo largo de nuestra vida nos pasamos entre 8 y 9 años enteros trabajando. Son 40 horas semanales durante 45 años, aproximadamente. Por ello, sentirse bien en el trabajo es una de las claves para el bienestar en la vida adulta y afecta tanto a la salud física, psíquica y social del trabajador. Sin embargo, muchas veces no es tarea fácil. El simple hecho de mantener una mala relación con los compañeros o sentirse incómodo o poco valorado en la empresa puede acabar perjudicando también a otros ámbitos de la vida privada y acarrear un profundo malestar.

Las principales trabas surgen en el seno de la empresa, entre los propios empleados. Es el caso del llamado «síndrome Cronos». El término proviene de la mitología griega, en la que Cronos atentó contra su padre, Urano. Este le maldijo con vivir la misma situación con su hijo, Zeus. Este, años más tarde, cumplió la profecía y derrotó a su padre. La historia se traslada al ámbito laboral: el trabajador que sufre de síndrome Cronos teme que un empleado suyo ascienda y le reemplace, por lo que actúa con mano dura y cierta frivolidad. Esto genera un clima de malestar en su equipo, por lo que son constantes dimisiones, una productividad baja y conflictos internos. Puede darse en cualquier tipo de organización, independientemente del sector y del tamaño de la empresa. Este es el perfil de las personas que sufren del síndrome Cronos:

  • No comparten el éxito con el equipo, sino que se lo atribuyen a ellos mismos, aunque su aportación haya sido mínima.
  • Recalcan su superioridad constantemente.
  • No delegan responsabilidades, prefieren hacerlo todo ellos solos.
  • No valoran el trabajo del equipo.
  • Incluyen personas poco productivas y/o eficientes para salir en comparación mejor parados y consolidar su puesto en la compañía.
  • Suelen ser personas con cargos de responsabilidad intermedios.
  • Esconden sentimientos de inseguridad, falta de habilidades y/o conocimientos. Suelen ser personas con poca formación académica y con mucha antigüedad en la empresa.

Esto, aunque parezca lo contrario, perjudica también al propio afectado, ya que suele mantener una mala relación con sus compañeros. Además, al atribuirse tareas solo a él, impide su propia promoción en la empresa, ya que esta le considera el único capaz de realizar dichas funciones. Por ello, es fundamental detectar este tipo de comportamientos y tratar de solucionarlos, tanto por el bien de los trabajadores, como el de la empresa y el afectado.

Para prevenir este tipo de conductas lo fundamental es fomentar una buena relación entre los trabajadores, el trabajo en equipo, el intercambio de conocimientos y la formación continua. También es importante valorar periódicamente el clima laboral en la empresa. Al fin y al cabo, no hay que olvidar que los activos más importantes de una compañía son los trabajadores.