Además de misiles sin explosionar, Winrich y su grupo se han encontrado en el camino de Bucha con tanques destruidos.

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La primera intención del mallorquín Winrich PM fue viajar a Ucrania como miembro de la Legión Internacional para la Defensa Territorial, creada por el gobierno de Zelenski contra la invasión rusa, «pero fueron tantas las pegas que me pusieron, entre ellas, experiencia en combate demostrable y ser extranjero, lo cual no es difícil demostrar, pues hice la mili y soy español... Pero… Es que tras haberlo intentado a través de los consulados de este país en Madrid, Barcelona y Málaga, donde, repito, todo fueron pegas, opté por venirme, como otros muchos, a echar una mano a los ucranianos, para lo cual me apunté en el grupo SOS Medyka, en el que somos bastantes, me refiero a los que estamos ahora aquí, todos con un cometido, del que yo, ahora con vosotros, soy el portavoz. Uno más, vamos».

Él, que tiene 46 años, y que en Mallorca gestiona una villa vacacional, está en Ucrania desde el pasado 27 de febrero, como quien dice pocos días después de comenzar el ataque ruso. Entró en el país a través de una de las fronteras con Polonia, siendo su misión, en principio, la de llevar alimentos, medicinas, ropas, etc., desde ese punto fronterizo al que llegaron a otro, en territorio ucraniano. «Lo llevábamos todo metido en carritos parecidos a los del supermercado, y una vez que los dejábamos donde nos decían, recogíamos a las mujeres y a los niños que esperaban allí para que los lleváramos a territorio polaco, donde aguardan los autocares. El camino a través de ese pasadizo, lo hacemos, tanto a la ida como a la vuelta, a pie, siendo el de regreso el más duro, pues vas con ellos sabiendo que han dejado a seres queridos que pueden morir en cualquier bombardeo. Por eso, yo llamo a ese pasadizo el ‘pasillo de la vergüenza’, sobre todo por lo duro que es recorrerlo con ellos, seres débiles, algunos llorando, mirando hacia atrás tratando de buscar lo que dejan a sus espaldas, y que son sus padres, hermanos mayores, abuelos, a los que a lo mejor no vuelven a ver más. Y también ves lo agradecidos que son… Le das a un niño un peluche y se le iluminan los ojos, mientras la madre, con la mirada, te da las gracias…».

En tierra hostil

El mallorquín y algunos de sus compañeros lo tuvieron muy claro tras el segundo o tercer recorrido, ida y vuelta, a través del ‘pasillo de la vergüenza’. «Nuestro trabajo está a partir del final de ese corredor, donde ellos nos están esperando, a quienes recogemos tras dejar lo que llevamos. Entendiendo que el verdadero drama está en los que se quedan, a los que les debe de faltar prácticamente de todo, decidimos adentrarnos en territorio ucraniano, lo cual nos obliga a tener que pasar numerosos controles donde nos revisan hasta los teléfonos por temor a que seamos rusos o chechenos infiltrados. De este modo llegamos a un colegio en las afueras de una ciudad bombardeada, a unos 15 kilómetros de la frontera con Polonia, en el que unos monjes están al cuidado de unos niños con deficiencias mentales. Les llevamos comida y ropa y no veas cómo nos lo agradecieron. Por eso decidimos seguir… En otras incursiones llegamos a Leópolis, también bombardeada, donde las carencias son tan grandes como las necesidades. Pese a ello, resiste ante los ataques. Vemos que su población está formada por hombres, jóvenes y ancianos, pues apenas hay mujeres y niños. ¡Ah!, y muchos perros que se han quedado sin amo, que deambulan por las calles buscando comida…».

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‘Gertrudis’

Un día, en la frontera polaca, a punto de recorrer el ‘pasillo de la vergüenza’ y entrar en territorio ucraniano, alguien de un grupo solidario, sabiendo cuál era nuestro trabajo, nos regaló una camioneta. «A vosotros os irá mejor que a nosotros, que regresamos a casa», nos dice. Tras darle las gracias, metemos todas las cosas en el camión, al que llamamos desde el primer momento ‘Gertrudis’, y pasamos a Ucrania. Alguien nos ha dicho que debemos ir a un punto en concreto, pero antes de llegar nos encontramos con que el puente ha sido bombardeado… Llamamos, explicamos la situación diciéndoles que si no podíamos pasar, nos íbamos directamente a Bucha. Nos advirtieron que era muy peligroso, pero decidimos ir… Eso sí, un poco preocupados por ‘Gertrudis’, porque si se averiaba, nos quedaríamos tirados en la nada. Durante el trayecto, pasamos por pueblos y ciudades completamente destruidos, con apenas gente en sus calles. Nos encontramos con tanques destrozados, aparcados junto a la carretera, o invadiéndola. También vimos misiles clavados en la tierra, algunos sin explotar según se indicaba en un cartel que les han puesto… Incluso una vez, uno de ellos cayó a unos quinientos metros de donde nosotros, explosionando, lo cual, en vez de amilanarnos, nos animó a seguir. Finalmente, tras entrar en Bucha, llegamos al lugar donde nos indicaron en la frontera y lo dejamos todo. Luego fuimos al Ayuntamiento, donde el alcalde nos firmó una especie de salvoconducto, gracias al cual podemos pasar sin problemas por todos los controles…».

Entre los que van con Winrich en ‘Gertrudis’ está Basel, «boliviano, residente en Zamora, quien en los veranos se viene a trabajar a Mallorca, una buena persona, con muchos amigos en la Isla». Por cierto, y hablando de ‘Gertrudis’, «que se está comportando muy bien, pero si le pasa algo por donde andamos ahora nosotros, ¡a ver qué hacemos! Seguro que saldríamos... Quiero decir que no somos ninguna ONG, ni tenemos ningún tipo de subvención, ni gubernamental ni de otra ONG, por ello nos vendría muy bien cualquier ayuda que nos llegara, incluso si alguna empresa tuviera una furgoneta que no la usara y nos avisara, se lo agradeceríamos. La llevaríamos con nosotros, por si se producía una avería, no quedarnos tirados».

Para ello, nos facilita dos direcciones a través de las cuales se les puede ayudar: el móvil +34 644358877 y la web: spanishteammedyka.com. Por último, dice que regresará a Mallorca a primeros de mayo, «pero aquí se sigue quedando gente nuestra», y añade que la experiencia que está viviendo «es única, pues desde aquí nos estamos dando cuenta del horror de la guerra y de lo que sufre mucha gente a causa de ella, sobre todo los niños y los mayores… Pese a ello, hemos visto a una mujer sembrando algo en el jardín de su casa, casi destruida. Pero como la vida seguía, ella debía de sobrevivir… Y en cuanto a lo material, la destrucción es prácticamente total. Es tanta, que no sé cómo reconstruirán este país, que visto desde aquí, nada tiene que ver con lo que vemos por la tele. Es mucho más duro. Por eso hay que seguir ayudándoles».