Imagen de recurso. | Pixabay

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El herpes genital es una enfermedad de transmisión sexual que puede contraer cualquier persona que mantenga una vida sexual activa. Está causada por dos virus: el herpes simple tipo 1 (VHS-1) y el virus del herpes simple tipo 2 (VHS-2). Se propaga al mantener relaciones sexuales, ya sea por vía vaginal, anal u oral. Está muy extendido, sobre todo en Estados Unidos, donde una de cada seis personas de entre 14 y 49 años tiene herpes genital. En 2016, la OMS constató en un informe que el 57% de la población mundial mayor de 50 años estaba contagiada por el herpes simple tipo 1 (VHS-1) y el 13% por el herpes tipo 2. Un problema de gran escala, ya que no existe cura y gran parte de los afectados son asintomáticos.

Los principales síntomas son llagas, es decir, ampollas que se rompen y causan dolor hasta luego sanar. Estas van apareciendo, en lo que se conoce como «brotes», que normalmente, se intensifican en el primer año y, con el paso del tiempo, los síntomas van menguando. Las llagas suelen aparecer en las zonas por donde se ha contagiado el virus. Sin embargo, uno de los mayores handicaps es que la mayoría de quienes surfren esta ETS son asintomáticos, es decir, no presentan ningún síntoma.

Aunque no existe cura, sí hay medicamentos que ayudan a aliviar los síntomas y bajar el riesgo de contagio. La única manera de evitar 100% el herpes genital es absteniéndose por completo de cualquier acto sexual, incluido el sexo oral. Sin embargo, sí existen ciertas consideraciones a tener en cuenta para disfrutar del sexo, pero con consciencia y precaución. Así, los expertos recomiendan en este sentido mantener una relación mutuamente monógama o usar preservativos. Eso sí, esto último es de baja eficacia, ya que el herpes genital puede contagiarse por zonas que no están cubiertas por el condón.