El abogado Lázaro Lucio, con despacho abierto en Palma. | Click

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La de Lázaro Lucio de Oliveira es una historia de superación. Del si quieres, puedes. De cómo una persona en situación administrativa irregular, es decir, sin papeles, no solo se busca la vida honradamente, sino que, además, se convierte en un gran abogado. Lázaro nació en Río Real (Bahía) y creció en un barrio popular de Salvador de Bahía (Itapuan). Fue a la escuela, como cualquier otro niño, «pero trabajé desde que tenía 11 años, empezando con mi padre, en la construcción».

Buscando una seguridad económica y laboral, preparó una oposición para ingresar en la policía. Mientras, aprendía capoeira y jiu jitsu brasileño, de las que terminaría dando clases a fin de ganar un poco de dinero. Como la oposición a policía se demoraba, y al final se canceló, habiéndole llamado un amigo que vivía en Mallorca... «Pues como tenía muchas ganas de conocer el viejo continente y aprender el castellano,    gracias a la confianza que tenía con él acepté su invitación y me vine a la Isla. Pero como tuvimos problemas, me fui a Madrid, a trabajar en la obra con otro amigo, Fabricio, que hoy vive en Londres. Luego me gané la vida como friegaplatos, camarero, peón de la construcción, mozo de almacén y seguridad, como portero. Pero siempre compaginando esos trabajos con las clases de capoeira que impartía en los gimnasios y escuelas. Al año y tres meses, regresé a Mallorca, estableciéndome en Palma, y trabajando en la calle con un grupo de acróbatas, o de capoeira de calle. También trabajamos en distintos pueblos de Mallorca, pasando el sombrero después de cada actuación. Y es que, en aquel momento, estábamos en plena crisis económica, y no había otra posibilidad, máxime si encima no tenía papeles, por lo que tenía que andar con cuidado con la cuestión administrativa… En este aspecto, aquí en Mallorca, al contrario de Madrid, apenas tuve problemas, y si los tuve, los supe resolver».

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Lázaro, a la izquierda, cuando se ganaba la vida en Palma como actor de calle.

Un cambio para mejorar

En el año 2012 cambió, en parte, su vida. Y cambió para mejor. Todo gracias a que conoció una mujer (MCM), de la que se enamoró y con la que tuvo un hijo. «Ella, que es profesora de universidad, sabiendo de mi pasión por los estudios, sobre todo por estudiar Derecho, me animó y me ayudó a entrar en la UIB, preparándome para la prueba de acceso para mayores de 25 años. Por tanto, en este momento, el gran reto era, a pesar de los años que llevaba sin estudiar, lograr aprobar la Selectividad… Que aprobé, lo cual me dio el derecho a estudiar una carrera. Sin embargo, mi nota no fue suficiente para acceder a la de Derecho, pero sí para Administración de Empresas, (ADE), la segunda opción que había marcado. Sin embargo, como los números no eran lo mío, no me gustó, y lo dejé. Dos años más tarde, logré la plaza en el grado de Derecho, donde me sentí completamente realizado, ya que, desde pequeño, soñaba con ser policía o abogado».

El esfuerzo tiene premio

El ingreso en la universidad fue en 2015. «En ese momento dejé de ser instructor de capoeira y de jiu jitsu en un gimnasio que tenía en Palma, y me puse a estudiar la carrera. Como el horario de clases era de cinco de la tarde a nueve de la noche, me busqué un trabajo de seguridad en el que entraba a las diez de la noche y salía a las seis de la mañana. Luego iba a casa, descansaba y estudiaba hasta la hora de entrar otra vez en clase. Así cada día, durante cinco años, pues la carrera la terminé en ese tiempo, aprobando el curso cada año, no repitiendo ninguno. ¡Y es que el esfuerzo tiene siempre su premio! Hay que decir también que mientras estudiaba, hacía prácticas de forma voluntaria en el despacho de una abogada laboralista de Palma, lo que unido a las prácticas, también voluntarias, que realicé en Cáritas, y las obligatorias (para conseguir el título de graduado en Derecho) del Máster de Acceso a la Abogacía, prácticas que realicé en el conceptuado Bufete Siquier Abogados, que me vinieron muy bien a la hora de empezar a trabajar, pues allí aprendí muchísimo. Todo ello, sumado a la experiencia que había acumulado en los anteriores sitios, me impulsaron a que, tras darme de alta en el Colegio de Abogados de Balears (ICAIB), en vez de trabajar para terceros, abrí mi propio despacho, especializándome en Extranjería y Laboral».

Momentos difíciles

«¿Que cómo logré pasar de trabajar en la calle a ser abogado?    Pues ya lo he dicho, pero sobre todo por la mujer que tuve, la madre de mi hijo. Ella me ayudó y animó siempre, por lo cual le estoy muy agradecido, ya que sin ella nada de eso hubiera sido posible. También ayudó el que supe rodearme de buena gente (Rasta, Patricia, William, Ícaro, la familia Cladera, entre otros), y tras decidir no regresar a mi país, sino quedarme a vivir aquí, me integré en la sociedad que elegí para vivir, haciendo cosas propias de ella, como, por ejemplo, ser rey mago en unas Navidades, aprender la lengua, adaptarme plenamente a sus costumbres, etc. También me ha ayudado mucho, sobre todo en momentos de bajón, acordarme de mi abuela y de mi madre, que trabajaron limpiando. Mi madre, por ejemplo, estuvo trabajando en dos casas durante diez años sin descansar ni un solo día, a lo que tenía que sumar sus labores en nuestra casa… Si ella y mi padre (albañil) pudieron sacarnos a todos adelante… Entonces, ¿de qué me puedo quejar yo?, me decía. Y es que, como he dicho antes, todo es cuestión de proponérselo, de querer hacer una cosa y no parar hasta conseguirla». Seguramente, en su tiempo libre, seguirá practicando el jiu jistsu brasileño, así como en alguna fiesta de amigos, la capoeira. Y es que hay cosas que siempre se llevarán en la sangre, por tanto, es imposible no sacarlas de vez en cuando. Porque lo cotidiano es el despacho y los juzgados. Y seguir empollando, pues Derecho requiere estar muy al día, lo cual obliga a estar empapado de lo último.

El color de la piel

Al final, en la despedida, le preguntamos dos cosas, una: si por el color de su piel y por su condición de inmigrante, se ha sentido alguna vez señalado. Y dice que no. O bueno, dice que «alguna vez me han dicho algo que, de no tener tales características, igual no me lo hubieran dicho. Pero, aunque en el momento me dolió, no me he preocupado mucho, ni tampoco lo he tenido en cuenta, puesto que son hechos que me motivan aún más a seguir trabajando y a mejorar como persona». Y dos, habiendo sido inmigrante, ¿qué opina de la ley que tiene que ver con los inmigrantes? «Que es una ley arcaica y obsoleta, y que no se ajusta para nada a la realidad social actual, por lo que margina en muchos casos».