Anthony cuenta con un taller en el espacio de ‘coworking’ Palma Studio. | Pere Bergas

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Una vida dedicada a la luz, a captarla y a producirla. Por las mañanas, Anthony Neitzke (Berlín, 1988) trabaja en Contain Studio, en el diseño de iluminación, y el resto del día lo dedica a su pasión, la fotografía, como autor y también reparando cámaras analógicas. «La fotografía analógica es un proceso ralentizado, que invita a la reflexión, y la película aporta una textura única. Siento que salir a disparar es como una terapia, me calma y me transporta a mi mundo. Siempre busco el lado más artístico, a través del juego con las perspectivas y la abstracción. En definitiva, expresar mis sentimientos a través de la fotografía», afirma Anthony, finalista en distintas ocasiones del certamen Art Jove y que acaba de ganar el premio CEF en la 35 Palma Fotogràfica.

En su caso, todo comenzó con las artes plásticas. «Mi padre era restaurador de cuadros, de pintura clásica. Todavía recuerdo el olor a óleo de su taller. Él me inculcó el gusto por el arte y me enseñó la historia y distintas técnicas de pintura y dibujo desde pequeño», cuenta Anthony, que llegó a la Isla con 6 años y se crió en el campo de Artà, rodeado de antigüedades. A los diez años, recibió una Leica de manos de un amigo de su padre y, poco después, adquirió una imitación soviética en Ebay. Fue la primera cámara que desmontó. «La desmonté por curiosidad y comencé a comprender el mecanismo de la cámara», cuenta el fotógrafo, que estudió el Bachillerato artístico en Manacor y, más adelante, modelismo industrial en Barcelona. Allí iba a los rastros y se hacía con cámaras viejas, con las que trasteaba hasta entender el intrincado funcionamiento interno.

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El fotógrafo posa con una de sus últimas obras ‘En cuestión de segundos’.

Ahora, por las tardes, se dedica a la reparación de cámaras antiguas en el espacio de coworking Palma Studio, que cuenta con un laboratorio de revelado analógico, un estudio fotográfico y una sala de exposiciones. «La reparación puede ser un proceso frustrante y agotador. Es un trabajo meticuloso, que requiere muchos pasos para arreglar algo simple», declara Anthony, cuyo grueso de clientes viene derivado de tiendas y estudios de fotografía profesional, como Foto Ruano, Jacobo Biarnés Studio o 36 Instants, de Barcelona. «Cuando empecé a reparar para amigos no pensaba que pudiese dedicarme a esto seriamente, pero creo que me equivoqué, parece que el interés es creciente», afirma Anthony que, con un juego de pequeñas herramientas, abre las cámaras en un proceso similar a la disección.

«Algo común es que las cámaras antiguas tengan filtraciones de luz, a causa del deterioro de los sellos de espuma. Asimismo, llegan modelos con el mecanismo atascado y alguna con roturas, por lo que tienes que buscar piezas», dice Anthony quien, con el fin de resolver estos casos, dispone de diferentes máquinas averiadas que despieza hasta conseguir la parte requerida.