Los traviesos ‘dimonis’ de Kinfumfà. | Pere Bergas

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La Diada de les Illes Balears, que celebra la entrada en vigor del Estatut d’Autonomia en 1983, arrancó este sábado con un ambiente que recordaba a tiempos pasados, a la vida sin pandemia. Tras la suspensión de la pasada edición, miles de personas aprovecharon la soleada jornada de ayer para disfrutar de la amplia variedad de actividades organizadas en Palma.

La Avinguda Antoni Maura, el Passeig Sagrera, la calle del Consolat y la Plaça Drassana acogieron un gran mercado de artesanía de toda la comunidad. En sus 190 paradas –19 de Menorca, 5 de Eivissa y una de Formentera–, el público asistente pudo encontrar toda clase de productos alimentícios, como las confituras y sobrassadas de la finca Can Blai de Inca, los quesos de la Serra de Llodrà, de Manacor, o de s’Arangí, de es Mercadal, aceite de oliva, miel ecológica, todo tipo de embutidos y especias, patatas fritas artesanales, neules y medias lunas de Ses Antigues, gominolas de fruta, frutos secos y garrapiñados, pan al horno de leña, olivas de J. Pericàs, bunyols de patata de Mª Carmen Adrover, además de vinos y cervezas artesanas. En definitiva, la tentación aparecía en cada esquina y eran pocos los asistentes que avanzaban en su paseo sin entrenar la mandíbula.

Además, en el mercado también encontraron toda clase de objetos y prendas artesanales, como diversos puestos de bisutería, cosmética natural, bordados tradicionales, roba de llengües, esponjas naturales, artículos en madera y cuero, velas aromáticas, prendas o pinturas y postales de la Isla. Por otro lado, en la Plaça Drassana se dieron muestras de oficios artesanos. El alfarero Miquel Albertí, de sa Teulera de Llucmajor, trabajó en el torno e invitó a que los asistentes probasen a realizar su trabajo; las filadores eivissenques Antònia y Pepa Ribas mostraron su técnica ancestral, «de hacerlo con siete años a filar de viejas. Quién lo diría, estuvimos mucho tiempo sin practicar, pero nos va bien. Podemos pasear y divertirnos sin trabajar en el campo», dijo Antònia Ribas, de 83 años, satisfecha de venir a la Isla, y Paco Pavella elaboró instrumentos típicos de Eivissa, como las castanyoles o el tambor eivissenc. En s’Hort del Rei los lectores y coleccionistas pudieron hacerse con ejemplares de libros antiguos.

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Gastronomía típica en el mercado.

El mercado contó con su propia animación, como el pasacalles de los payasos Dippy, que se cambiaron de atuendo en varias ocasiones; los dimonis de Kinfumfà, que sembraban el pánico allí donde pasaban; la batucada Bloco Colubraria de Formentera, que llenó de ritmo las calles, o los Gegants Es Trintxeter y Madò Coloma, de Campos, que llamaron la atención de todos los presentes, en especial de los numerosos turistas que disfrutaron del primer día de la Diada. Asimismo, se organizaron numerosas actividades culturales y musicales para toda la familia.

Se recuperaron las jornadas de puertas abiertas en instituciones o museos, como el Castell de Sant Carles, el Museu de Mallorca, el Parlament o el Consolat, donde la actriz Margalida Monlau ofreció una visita teatralizada para los niños, que también disfrutaron de numerosos juegos en Sa Ludo d’en David, en el patio del edificio. En cuanto al baile y la música, entre otras propuestas, el Grup Folklòric Sant Jordi de ses Salines de Eivissa mostró sus bailes tradicionales y, bien entrada la noche, el Parc de sa Feixina acogió una fiesta Flower Power, con los vinilos de los DJ Miquel Font y Txema Sánchez.